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Jorge Guinzburg, el menemismo y una realidad que se equipara hoy a la Argentina de Milei

Hace 30 años, Guinzburg denunció desigualdad en tiempos de Menem. Hoy, su anécdota sigue siendo un espejo de la precariedad laboral en la era de Javier Milei

En los años 90, Jorge Guinzburg, en pleno auge de su carrera, narró una anécdota que retrataba la desigualdad y precariedad laboral del menemismo. Tres décadas después, sus palabras se resignifican en la Argentina de Javier Milei, donde las condiciones de los trabajadores y la narrativa oficial de progreso evocan inquietantes paralelismo.

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En aquel entonces, el brillo superficial de la farándula convivía con las sombras de una desigualdad palpable, y Jorge Guinzburg supo mezclar la agudeza de su humor con un ojo crítico que trascendía el entretenimiento. Una de esas intervenciones inolvidables ocurrió durante un evento organizado por Cris Morena en aquella década, cuando Carlos Menem gobernaba y el relato oficial insistía en que el país marchaba hacia el "primer mundo".

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El asombrosamente vigente archivo de Jorge Guinzburg, hablando de la realidad menemista, pero que cuadra perfecto en la actualidad de Javier Milei

En medio del evento, y contra las expectativas de quienes esperaban al Guinzburg mordaz y gracioso de "Peor es Nada", el periodista y humorista decidió compartir una experiencia que acababa de vivir.

La escena era simple pero cargada de simbolismo: al llegar al club donde se realizaba el encuentro, una empleada de limpieza se acercó para pedirle autógrafos, tanto a él como al "negro" Horacio Fontova, su compañero de programa.

Curioso, Guinzburg le preguntó cuánto ganaba. La respuesta fue cruda: 200 pesos al mes, equivalentes en ese entonces a 200 dólares, trabajando entre ocho y diez horas diarias, sin transporte cubierto por la patronal, sin ropa adecuada proporcionada por la empresa, y bajo condiciones laborales precarias.

UN MENSAJE DE JORGE GUINZBURG QUE PARECE DEL "MÁS ALLÁ"

"Perdón si esperaban al Guinzburg divertido y les corté el mambo", dijo al público, para luego lanzar una reflexión tan incómoda como oportuna: "Frente a estas cosas, que no son una excepción, ¿por qué nos quieren hacer creer que estamos en el primer mundo?". Con una imitación del característico tono de Carlos Menem, selló la crítica con ironía, pero sin perder la seriedad de su denuncia.

La anécdota, rescatada ahora en 2024, no solo expone una postal de la desigualdad de los años 90, sino que traza un paralelismo inquietante con la Argentina actual bajo el gobierno de Javier Milei.

Hoy, 30 años después, las cifras y las caras cambian, pero el fondo parece intacto.

El salario de 200 pesos de aquella época, ajustado al valor actual, rondaría los 220 mil pesos. Sin embargo, la esencia del relato sigue siendo dolorosamente reconocible: trabajadores con ingresos que apenas cubren lo básico, jornadas largas, condiciones laborales injustas y una retórica oficial que insiste en pintar un panorama irreal, ajeno a las penurias cotidianas de millones.

Guinzburg no solo evidenció una realidad que muchos preferían ignorar, sino que también desafió la comodidad de un público acostumbrado al entretenimiento.

Fue un la viva imagen de que, incluso en los espacios más festivos, la responsabilidad de hablar sobre las injusticias no debe tomarse vacaciones.

CON "M" DE MENEM Y MILEI

Hoy, esas palabras resuenan con la misma fuerza. En tiempos donde el optimismo oficial vuelve a chocar con la dura realidad social, recordar el testimonio de Guinzburg obliga a reflexionar sobre cuánto cambió—o cuánto hemos elegido no cambiar— como sociedad.

Quizás, como entonces, la pregunta más incómoda sigue siendo la misma: ¿por qué nos quieren hacer creer que estamos mejor de lo que realmente estamos?

Jorge Guinzburg, con su mezcla de humor, inteligencia y humanidad, planteó esa cuestión de forma magistral. Y, lamentablemente, volvió a ser tan vigente como hace tres décadas.

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