Los argentinos ya pueden respirar tranquilos: no estamos solos en esto de quedar en manos de enajenados mentales con acceso a redes sociales (y en este caso botones nucleares). La locura institucional no es patrimonio exclusivo del subdesarrollo ni del conurbano tuitero. En Estados Unidos —la autopromocionada meca de la democracia occidental y el poder en serio— el presidente Donald Trump, acaba de postear una imagen suya vestido como el Papa. Así, sin anestesia.
La foto, claramente generada por inteligencia artificial, lo muestra sentado en un sillón del Vaticano, con mitra, sotana blanca, cruz dorada y dedito elevado en gesto beatífico. Como si fuera un pontífice con bronceado de Miami.
Lo más jugoso: no dijo nada. La publicó como quien deja una hostia sobre la mesa y se va. Pero el contexto lo dice todo: apenas dos semanas después de la muerte del Papa Francisco y a días del cónclave que va a elegir a su sucesor.
“ME GUSTARÍA SER PAPA”
Y como si eso fuera poco, días antes ya había tirado una perlita en plena conferencia desde la Casa Blanca: “Me gustaría ser papa. Esa sería mi opción número uno. Creo que sería un gran papa. Nadie lo haría mejor que yo”.
Trump hablando en serio y sin una pizca de ironía. Porque para él no hay nada que no pueda hacer mejor que el resto de la humanidad, incluidos los representantes de Dios en la Tierra.
Para ponerle moño al despropósito, en el funeral de Francisco apareció vestido de azul, rompiendo con la tradición de luto negro. Pero qué importa, si uno se autopercibe pontífice, no va a andar pidiendo permiso para jugar con el código de vestimenta o “dress code” papal.
A IMAGEN Y SEMEJANZA DE MILEI
Ahora bien, si todo esto nos suena familiar, no es casualidad. Acá tenemos lo nuestro.
Javier Milei ya nos tiene acostumbrados a sus posteos con ínfulas épicas, donde se presenta como león libertario, gladiador romano, Moisés del mercado o directamente como Jesucristo con motosierra.
Los flyers con su cara intervenida por inteligencia artificial (obviamente sin papada) son casi una marca registrada de su gobierno. Ambos líderes (?) —Trump y Milei— parecieran competir en una carrera global de delirio místico con estética de videojuego y guión de cómic distópico.
Mientras Milei cita a Von Mises como si fuera un versículo bíblico y se presenta como salvador del Occidente capitalista, Trump directamente se prueba la mitra. El primero grita “¡Viva la libertad, carajo!” desde un atril como si estuviera exorcizando demonios keynesianos; el segundo levanta el dedito y se ofrece para ocupar el trono de San Pedro.
Si alguien suponía que lo ‘de acá’ era demasiado, sólo basta mirar lo que pasa ‘allá’. Porque el desquicio institucional ya no es cosa de países periféricos. Ahora pisa los escenarios globales, es “mainstream“. Y nosotros, pobres mortales, apenas espectadores de este reality show geopolítico decadente que cada vez se parece más a una parodia escrita por ChatGPT en modo caos.
Da lugar a una pregunta que hubiera sido digna de Fontanarrosa: ¿Esto eligieron, pelotttudos?. Así, con triple “T”.