La diputada Alida Ferreyra, de La Libertad Avanza, logró, quizás por primera vez acaparar la atención pública por una declaración que combina su particular manejo del idioma inglés con una visión económica que deja bastante que desear.
Durante una entrevista este lunes, intentó justificar la eliminación de medicamentos gratuitos para jubilados con una cita del economista Milton Friedman, ícono del libre mercado.
Pero, en su entusiasmo por defender las políticas de ajuste, Ferreyra rebautizó al pensador como “Milton Freedom”. Un detalle que no pasó desapercibido y que generó una catarata de burlas en redes sociales.
Más allá del problema evidente de no saber el nombre del economista que pretende citar, el desliz de Ferreyra abrió la puerta a un interesante juego de palabras.
Después de todo, “Freedom” en inglés significa libertad, lo que encaja perfectamente con el ideario libertario que Ferreyra defiende.
Esto podría lleva a reflexionar sobre los apellidos que parecen predestinar a las personas a sus oficios, profesiones o ideologías, aunque en este caso el apellido fue producto de la confusión, no de la genética.
La diputada LLA que rebautizó a Milton Friedman como Milton “Freedom”
La diputada y los nombres que profetizan
No hay que ir muy lejos para encontrar ejemplos curiosos. En la ciudad de La Plata es famoso el doctor “Garganta”, un destacado otorrinolaringólogo cuyo apellido parece haberlo conducido inevitablemente a especializarse en problemas de esa área de la anatomía humana.
En el ámbito de la economía, no faltan casos como el de Ricardo Campos, quien durante años ocupó un cargo en el área de Agricultura, Ganadería y Pesca. ¿Casualidad o destino?
La historia está llena de ejemplos similares. ¿Qué tal si hubiera un apicultor llamado Abeja o un meteorólogo de apellido Niebla? Aunque suene inverosímil, estos casos existen de a miles, y despiertan tanto curiosidad como risas.
Pero el lapsus de Ferreyra con “Freedom” llevó el concepto un paso más allá: no sólo inventó un apellido que encaja con el pensamiento de Friedman, sino que terminó sintetizando, con su torpeza, la visión simplista de su espacio político.
La brutalidad en clave libertaria
El problema no es sólo que la legisladora de LLA confundiera el nombre del economista. La frase en cuestión intentaba justificar que los jubilados deban pagar de su bolsillo medicamentos esenciales, como los antihipertensivos. “Venimos de la premisa de que todo es gratis, y nada es gratis”, afirmó Ferreyra, antes de atribuirle a “Milton Freedom” una sabiduría que probablemente jamás expresó.
El traspié deja al descubierto mucho más que una falta de conocimiento sobre el apellido correcto. Demuestra cómo ciertos discursos buscan revestirse de legitimidad citando autores que, muchas veces, ni siquiera se han leído.
En este caso, el uso de “Freedom” podría entenderse como un sincericidio: la supuesta libertad que promueve La Libertad Avanza suele traducirse en menos derechos, menos acceso a bienes básicos y más costos para los sectores más vulnerables.
Entre lo cómico y lo trágico
El error de la diputada Ferreyra fue rápidamente viralizado en redes sociales, donde usuarios señalaron que, si de nombres que profesan se trata, el partido de Milei debería rebautizarse como “La Brutalidad Avanza”.
Otros recordaron que este tipo de frases desopilantes no son novedad en el espacio libertario, donde los intentos de defender políticas de ajuste suelen naufragar entre lugares comunes y errores conceptuales.
Es cierto que el lenguaje a veces juega malas pasadas. Pero cuando una diputada nacional no sabe el nombre del economista que fundamenta la ideología de su partido, queda expuesta una falta de preparación alarmante. Y aunque el apellido “Freedom” pueda parecer simpático en el juego de palabras, lo que representa dista mucho de ser motivo de risa para los jubilados que verán recortados sus beneficios esenciales.
Así, entre apellidos que coinciden con profesiones y discursos libertarios que tropiezan con sus propios eslóganes, Alida Ferreyra dejó una lección involuntaria: la libertad económica, como ella la entiende, no sólo es un juego de palabras. También es un juego muy peligroso para quienes más la necesitan.