Hay frases que definen un tiempo polรญtico. Hay palabras que desnudan con crudeza el desprecio por la vida humana. “Daรฑo colateral” fue la elecciรณn de Marรญa Florencia Arietto para referirse al fotรณgrafo que lucha por su vida tras ser brutalmente reprimido por la policรญa en la marcha por los jubilados.
La exasesora en seguridad y actual defensora acรฉrrima del gobierno de Javier Milei minimizรณ de manera despiadada el impacto del cartucho de gas lacrimรณgeno disparado a la cabeza de Pablo Grillo. El reportero grรกfico documentaba la violenta represiรณn a la marcha frente al Congreso.
“No importa si es fotรณgrafo o cualquier otra cosa“, escribiรณ Arietto en la red social X. “En tรฉrminos procedimentales, es un daรฑo colateral en un enfrentamiento de las fuerzas del orden con delincuentes armados. Punto“.
En esas breves lรญneas, Arietto justificรณ un acto represivo extremo y tambiรฉn despojรณ de humanidad a un trabajador de prensa, reduciรฉndolo a una simple consecuencia indeseada pero inevitable del accionar policial.
La liviandad con la que tratรณ la vida de un ciudadano herido de gravedad resulta escalofriante.
La normalizaciรณn de la brutalidad
El caso de Pablo Grillo, quien permanece internado en estado crรญtico tras sufrir una fractura de crรกneo y perder masa encefรกlica, se convirtiรณ en un sรญmbolo de la escalada represiva del gobierno libertario, del que habrรก un antes y un despuรฉs.
La administraciรณn de Milei hace de la violencia institucional una polรญtica de Estado, y figuras como Arietto operan como voceras de esa ideologรญa sin concesiones.
Su frase no es รบnicamente un comentario desafortunado: es la verbalizaciรณn de una doctrina de seguridad que considera aceptable la agresiรณn letal a manifestantes y la criminalizaciรณn de la prensa.
No hay margen para la ambigรผedad. Cuando Arietto califica a un fotรณgrafo como “daรฑo colateral”, estรก diciendo que su vida no importa, que su rol en una protesta lo convierte en un blanco legรญtimo.
Aรบn mรกs grave es que lo vincule con “delincuentes armados”, cuando las imรกgenes del episodio muestran con absoluta claridad que Grillo no hacรญa otra cosa que registrar la represiรณn con su cรกmara.
No tenรญa un arma, no representaba una amenaza. Era un periodista en plena tarea, convertido en vรญctima de una polรญtica que pretende imponer el miedo como forma de control social.
El abismo รฉtico de Arietto
Las declaraciones de Arietto trascienden el debate polรญtico y entran de lleno en el terreno de la รฉtica. Su afirmaciรณn deshumaniza a Grillo y justifica la violencia del Estado con una frialdad aterradora.
Si un funcionario pรบblico de una democracia consolidada utilizara el tรฉrmino “daรฑo colateral” para referirse a la represiรณn de un periodista, serรญa inmediatamente repudiado y apartado de su cargo.
Pero lejos de retractarse, Arietto redoblรณ la apuesta.
Su justificaciรณn de la represiรณn, su desprecio por la vรญctima y su intento de deslegitimar su trabajo como fotรณgrafo son sรญntomas de una concepciรณn perversa del poder.
Considera que la fuerza estรก por encima de la justicia, que los heridos en una manifestaciรณn son solo nรบmeros y que la brutalidad del Estado debe ser aplaudida.
Su postura ademรกs de ser repudiable, resulta peligrosa. La validaciรณn discursiva de la violencia policial allana el camino para que episodios como el de Grillo se repitan.
Cuando una dirigente minimiza un disparo en la cabeza como “procedimiento”, le estรก dando a las fuerzas de seguridad un cheque en blanco para actuar sin lรญmites.
Mientras Pablo Grillo pelea por su vida, en Plaza Congreso su nombre ya se convirtiรณ en una bandera. Porque lo que le pasรณ no fue “daรฑo colateral”. Fue represiรณn. Fue un intento de disciplinamiento social a travรฉs del terror. Y la historia no serรก indulgente con quienes lo justificaron.