Por ESteban Wood

Opinión: “Sol y alcohol”, un nuevo eslogan para el verano bonaerense

El proyecto para extender el horario de venta de alcohol durante la temporada de verano tiene el aval de la gobernadora María Eugenia Vidal, pero no de las estadísticas que revelan la crudeza del problema del consumo de alcohol.

Por
Esteban Wood*

El argumento para impulsar el proyecto modificatorio de la ley provincial Nº11825, que arroja por tierra toda la evidencia científica y empírica recolectada a nivel mundial con respecto a la necesidad de reducir la disponibilidad de esta droga legal, la dio el pasado viernes la mismísima gobernadora de la provincia, María Eugenia Vidal: "Nos pareció que podríamos ayudar a que las familias estén más tiempo en la playa, y no tengan que adelantar o retrasar su ida a tomar sol por ir al supermercado para comprar la bebida".

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¿Qué significa esto? Dos horas más a la noche y dos horas más a la mañana para poder vender (y comprar) alcohol. Cuatro horas adicionales a las once horas actualmente permitidas por la ley Nº11825. Quince horas en total, de 8:00 de la mañana hasta las 11:00 de la noche, en las cuales los comercios de las ciudades balnearias  de la provincia de Buenos Aires podrán expender bebidas alcohólicas. Más horas para la oferta significa más horas para la demanda. Más horas para poder comprar se traduce en más consumo de alcohol.

Del aquel recordado slogan “Sol sin drogas” de la década del noventa, con Maradona como emblema, a este penoso “Sol y alcohol” impulsado por el diputado Guillermo Castello y el senador Lucas Fiorini (ambos marplatenses, ambos de Cambiemos), es asombrosa la liviandad retórica con la que se fundamenta este proyecto. No hubo análisis serio de los pros y los contras, ni mucho menos de las consecuencias socio-sanitarias colaterales aparejadas.

Para empezar, si los ciudadanos que desean consumir alcohol ya se acostumbraron al horario de 10:00 a 21:00 horas para poder adquirirlo, ¿por qué deberíamos flexibilizar un cambio cultural importantísimo en términos de reducción de la demanda, que se fue sedimentando con el correr de los años? El problema entonces no es la ley 11.825 y el horario de expendio de alcohol. El problema es que somos una sociedad anómica, y que el quebranto de las leyes no tiene consecuencias.

Por eso, seguramente existirán compradores que, sistemáticamente, decidan infringir la norma y encontrar algún punto de oferta más allá de las 21:00 horas (o de las 23:00 si se aprueba la modificación). Nada muy distinto a lo que sucede con los comerciantes inescrupulosos que le venden alcohol a menores de 18 años. Pero nadie impulsaría un cambio normativo para dejar de ser caretas o hipócritas frente a situaciones que, a pesar de estar prohibidas por ley, igual suceden. ¿O sí lo harían?

Otro punto no menor es cómo se relacionan e interactúan las leyes provinciales Nº11825 y Nº14050 (ley de nocturnidad). Para empezar, en su artículo 18 establece la misma prohibición horaria fijada en la 11825. Modificar la primera significará modificar también la segunda. Por otro lado, nadie hace notar que la reforma planteada por los legisladores de Cambiemos, e impulsada por la gobernador Vidal, habilitaría también a los comercios a empezar a vender alcohol a partir de las 8:00 de la mañana. Y si asumimos que gracias a la particular flexibilidad que la ley de nocturnidad goza en varios de los municipios de la Costa Atlántica durante la temporada veraniega, la noche no suele empezar hasta las 4:00 (cuando debería empezar a las 2:00), y su límite es infinitamente difuso. Tan difuso, que la demanda volvería a encontrarse con la oferta a la salida misma de los boliches.

Hay otra paradoja en este proyecto. Que en una ciudad en la que el intendente Carlos Arroyo tuvo la valentía de instaurar por decreto la tolerancia cero al alcohol al conducir surja semejante proclama promocional tiene que ver con el impacto (a mi gusto positivo) de esta medida: es inevitable que la venta del alcohol en restaurantes y bares caiga, tal como sucedió en la provincia de Córdoba. Fueron los mismos comerciantes marplatenses los que solicitaron a Castello y a Fiorini, dos referentes locales enfrentados al actual jefe comunal, revisar el horario y compensar las nuevas mermas económicas. También resulta paradójico que uno de los adalides de esta modificación haya protagonizado un confuso episodio durante un control de alcoholemia, allá por comienzos del 2017. Pero eso es otra historia.

Abandonando la ideología y los intereses económicos que juegan su juego en este debate en el que la gobernadora ya inclinó la balanza, es necesario referirse a lo que dice la ciencia. La comunidad científica internacional coincide en que no existe un umbral de consumo seguro de alcohol que permita eliminar los riesgos y consecuencias negativas para el organismo. Tomar alcohol no es beneficioso para la salud, como nos hicieron creer durante muchos años (la industria del tabaco hacía lo mismo, no se sientan engañados).

¿Qué dicen las estadísticas? Según la Organización Mundial de la Salud, cada año se producen 3,3 millones de muertes en el mundo debido al consumo nocivo de alcohol. Dicho de otro modo, una de cada veinte muertes en el mundo. En el grupo etario de 20 a 39 años, un 25% de las defunciones son atribuibles a esta droga. Y según datos del 2016, en Argentina fallecieron 7700 hombres y 4700 mujeres a causa del alcohol. Reducir el consumo de alcohol es la próxima cruzada sanitaria a nivel mundial.

Y mientras la última Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas dejó una "declaración de guerra al alcohol, el tabaco y el azúcar" para tomar medidas contra las enfermedades no transmisibles, como el cáncer, la diabetes, la cirrosis y la hipertensión, la provincia de Buenos Aires se apresta a flexibilizar sus políticas de control de la oferta de alcohol para que los turistas puedan aprovechar el último rayo de sol sin arriesgarse a perder la posibilidad de comprar una cerveza. Eso sí: felices y bronceados.

*El autor es analista, investigador y consultor en asuntos de políticas sobre drogas. Magíster en Políticas Públicas. Licenciado en Comunicación Periodística.

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