Tensión con la Rosada, otra vez

El “correctivo K” de Macri para contrarrestar los gestos de autonomía de María Eugenia Vidal

A lo largo de los años, Felipe Solá y Daniel Scioli tuvieron que soportar el escarmiento de la Rosada por la dependecia financiera crónica que sufre la Provincia. Ahora, fue el turno de Vidal.

Por
Albino Aguirre

Triturador serial de promesas electorales, Mauricio Macri amenaza romper en tres años, una de las principales expectativas que había generado la irrupción del frente Cambiemos en el tándem Nación-Provincia. Con cargo a estrenar y una reelección posible por delante en la Rosada y en Gobernación, siempre se especuló que el forcejeo habitual entre una administración y la otra por cuestiones de caja inspiradas en posicionamientos políticos, sería, al menos durante el  primer mandato, cosa del pasado. Porque además el PRO, al fin y al cabo el partido Gobernante, estaba obligado a demostrar dotes de buen administrador más allá de la cómoda Capital Federal.   

TE PUEDE INTERESAR

Durante las distintas versiones del peronismo, los bonaerenses sufrieron la siempre tirante relación entre la Rosada y Gobernación. Casi una historia de novela formato Migré: un mendigo que dependía de ganarse el amor del rico, para subsistir. Dueño de la caja, el Presidente de turno mantuvo contenidas las ambiciones presidenciales del mandatario provincial desde siempre, con el más eficaz de los fórceps: el dinero. Tal vez eso explique, en parte, la conocida “maldición” que trunca el desembarco de los últimos gobernadores al sillón presidencial. 

Con la menor cantidad de recursos nacionales per cápita del país, la Provincia sufre una histórica discriminación por transferencia de recursos. La raquítica Coparticipación, una vieja polémica nunca saldada entre peronistas y radicales en torno a la sesión de puntos en los albores del regreso democrático -los peronistas dirán que fue Armendáriz, y sus correligionarios que se coronó durante la gestión Cafiero y que, en los hechos, no hubo tal sesión- más el techo de $650 millones que trituró el efecto compensador del Fondo del Conurbano, se llevaron puesta la autonomía financiera del principal distrito del país. En llano: con recursos genuinos suficientes para pagar sueldos y garantizar, a medias, servicios básicos mal prestados, el Gobierno provincial se transformó en rehén de la ayuda financiera por parte del Gobierno nacional.

En 2007, casi sobre el final de su mandato, el ex presidente Kirchner literalmente intervino el Ministerio de economía de Solá. No fue consensuado, sino la consecuencia de una imposición que la Provincia no estaba en condiciones de afrontar. Gerardo Otero renunció a su cargo en medio de una fuerte discusión financiera. El portazo de Otero no fue, en realidad, un gesto de discordia contra su jefe bonaerense, sino la reacción frente a una emboscada que le propinó Nación en medio de una negociación salarial. 

En la historia conocida quedará aquella paritaria salarial docente de 2007, como responsable de la salida de Otero. Lo cierto es que no fue el único motivo. Nación empezaba a mostrar los primeros intentos de manipulación del IPC, algo que tampoco cayó bien en el equipo económico bonaerense. No fue premonición. La fórmula en que se medía por entonces la inflación requería de la oficina de estadísticas del Ministerio de Economía provincial. Desde ahí se relevaban precios que luego se remitían al INDEC. En La Plata recibieron órdenes de “no difundir” la encuesta provincial. Otero fue, quizá, el primer peronista que se atrevió a cuestionar aquella maniobra que muchos años después se encargó de condenar un expediente judicial. Tampoco compartía la cancelación anticipada al FMI que había hecho el kirchnerismo. Pero esa es la historia de otro cortocircuito. 

La negativa por parte de Nación de sentar a las provincias le valió a Otero un efusivo llamado del propio Filmus acusándolo de “traidor” cuando el ministro bonaerense lideró un intento de rebelión junto con sus pares de Santa Fe, Córdoba y Capital, para “ser escuchados” en la mesa nacional. 

Fue el punto culminante de una tirante relación que, sin embargo, había anotado capítulos anteriores. Felipe Solá le había reclamado antes a Roberto Lavagna “más recursos” para su administración. Se llegó a discutir la posibilidad de enmendar la discriminación del reparto del Fondo del Conurbano, con una tajada mayor del saldo de Ganancias, al momento de su prórroga. Tampoco prosperó por la negativa del Gobierno Nacional. 

La administración Scioli sufrió idéntica presión fiscal. El torniquete al flujo de fondos por parte del Gobierno Nacional ya durante la gestión de Cristina Fernández fue aún mayor. Y operó, para peor, con múltiples acciones. No sólo se redujo la asistencia financiera en algunas circunstancias al límite de la asfixia, y salteó a la Provincia para ganarse lealtades en los municipios con el poder de la billetera, sino que se bloqueó la posibilidad financiarse vía endeudamiento. 

El Gobierno Nacional es garantía primaria sólo para créditos de organismos internacionales, pero la Ley de Responsabilidad fiscal estipula que la Nación debe "autorizar" cualquier tipo de financiamiento. Una norma que apunta a que haya un control por parte de la administración central del nivel de deuda pública. Un requisito que los distritos firmaron y que, en los hechos, las despojó de esa autonomía. Scioli sufrió aquella entrega, sobre todo sobre el final de su mandato.

Lanzado en su empresa presidencial, el ex motonauta intentó en reiteradas oportunidades lograr financiamiento para concretar obras que le allanen el camino a la Rosada. No lo consiguió. La por entonces ministra de Economía, Silvina Batakis, encaró una ardua negociación para lograr ese permiso, sin suerte. Dos años después, a base deuda, Vidal conseguiría mostrar obras en el interior, entre ellas en rutas postergadas, que Scioli no pudo concretar antes que por decisión de su gestión, -otra vez- por imposición nacional que le trabó el acceso al crédito que tuvo allanado su sucesora.

Hubo dos momentos críticos en la administración Scioli relacionados al pago de salarios, casi siempre atados al Programa de Asistencia Financiera de Nación que engrosaba la cuenta sueldos. En ambos casos fue la forma en que el kirchnerismo castigó al por entonces Gobernador por gestos de independencia. 

El primero ocurrió en 2009, post derrota electoral del mismísimo Néstor Kirchner. En Casa Rosada cayeron mal ciertos gestos de “autonomía” del mandatario bonaerense tras la derrota de junio, y con la obligación del pago del medio aguinaldo a la vuelta de la esquina, la gestión bonaerense estuvo a un paso de anunciar el desdoblamiento del pago de los sueldos. 

Tres años después, y por otra provocación de autonomía política, Scioli no tuvo la misma suerte que la vez anterior, cuando el escarmiento se quedó en fase de amenaza, y terminó pagando en cómodas cuotas el aguinaldo. Un mes antes se había mostrado junto a Moyano, el líder sindical al que ahora abraza el kirchnerismo, pero que estaba entonces enfrentado con Cristina por Ganancias. No había sido una foto casual. Fue buscada por Scioli en su lanzada carrera presidencial en su casa de Tigre, después de un partido de futsal. Otra vez, el correctivo se hizo sentir a billeterazo. Nación se sentó sobre los $3000 mil millones que necesitaba la Provincia para cumplir con el pago de sueldos y medio aguinaldo, y en La Plata tuvieron que anunciar el desdoblamiento. 

Kirchnerizado, Macri emprendió esta última semana un juego de presiones con la billetera de por medio, contra María Eugenia Vidal. El mismo castigo que aplicaron sus antecesores frente a gestos de autonomía desde La Plata en épocas anteriores. Molestos por la promovida candidatura presidencial de  Vidal, desde la Rosada no hubo un solo gesto de ayuda financiera después de que la Provincia asumiera, por imposición antes que por concesión, el mayor peso del ajuste brutal del Presupuesto  

Es evidente que Vidal marca un pulso distinto a su gestión y que se despega de las medidas más polémicas que esmerilan la imagen presidencial. Por acción –se diferenció de Peña cuando el Jefe de Gabinete negó un fracaso económico- u omisión, en la Rosada están convencidos que la Leona no aguantó los trapos para contener la bronca que provocó el despiadado tarifazo macrista. Creen que forma parte del plan para proyectarse a la fórmula nacional, si la imagen de Macri sigue cayendo en desgracia.  

Hace 2 años, Vidal se anotó un punto en términos de la consolidación de una caja que le permitiera cierto margen de maniobrabilidad. Fue cuando consiguió que Nación transfiriese $40 mil millones durante este año, y $65 mil millones durante 2019. La fuerte devaluación que aplicó el Gobierno, y el peso de la deuda nominada en dólares que tiene la Provincia, incrementada por la propia Vidal, evaporaron en un suspiro ese original alivio fiscal. 

No parece real que Vidal esté preocupada porque, como se escribió, la transferencia de los subsidios al transporte, unos $25 mil millones, le quite solvencia al fondo de $65 mil millones de la compensación del FdC. A esa ayuda ya se la comió la devaluación, y el impacto en la cotización de la deuda bonaerense nominada en dólares, más el proceso inflacionario actual. Sin mercado donde financiarse y con la recaudación comprometida por el parate de la economía -su principal impuesto genuino está atado literalmente a la producción y, consecuentemente, a la actividad económica- su tranquilidad financiera dependerá, más que nunca, de la predisposición de ayudarla por parte del Gobierno Nacional. 

En ese contexto, los mensajes de la Rosada no son, por ahora, alentadores. La acusan de intentar “despegarse” de Macri e, incluso, de desafiarlo promocionándose en el Círculo Rojo como la candidata presidencial natural del espacio, para 2019. Desde Nación, el viernes último, le mandaron un mensaje colado en el diario: “Si quiere ser presidenta, que sea con su plata”. Finalmente en algo, Mauricio Macri se pareció a los K. Reacciona con el mismo correctivo, la billetera, para contener el sueño presidencial que despierta, inexorable, desde el sillón de mando en Gobernación.

TE PUEDE INTERESAR