De cara a 2019

Por qué Massa y Randazzo bajaron el perfil en medio de la peor crisis del Gobierno de Macri

Ninguno de los dos salió a hacerle pagar "costo político" a Macri durante la crisis económica de la última semana. Optaron por construir en silencio y en trabajar para que sanen las heridas que atraviesan a todo el peronismo.

Huérfanos de un liderazgo que los aglutine, el peronismo empezó a jugar el partido que más le cuesta, pero, pragmático al fin, el único que puede proyectarlo a la victoria que lo deposite en Balcarce 50 el año próximo: la reunificación. Un proceso ciertamente complicado en un mar de corrientes internas, difusas algunas y abiertamente opuestas entre sí otras, que intentarán ensamblar tratando de evitar la definición de rejunte. 

Las esquirlas de la última contienda dejaron heridas cruzadas entre algunos los principales dirigentes. Pero la decisión de animarse a proyectar un futuro juntos, hizo que algunos empezaran a buscar coincidencias, en medio de un pasado reciente plagado de desencuentros. En el contexto actual, no hace falta escarbar mucho en el fondo de los cajones del pasado donde abundan reproches y pases de factura, para encontrar similitudes. El peronismo ya no pelea contra otra versión del PJ, sino con un adversario externo que, para colmo, está empeñado en alfombrarle el sendero del regreso: Cambiemos. 

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La crisis económica que el Gobierno suavizó como “turbulencia” financiera, un lenguaje que en términos aeronáuticos deposita el origen de los movimientos que aterrorizan a los pasajeros muy lejos de la responsabilidad del comandante de vuelo, más el estudiado direccionamiento por parte del oficialismo a la oposición como responsables de la corriente de vientos que sacudió la nave, alumbró un comportamiento de por lo menos dos de los  principales referentes de la oposición que, en los hechos, configura un escenario de madurez republicana: salvo sus cuadros técnicos, dos figuras que pujan por unificar detrás de su candidatura a la mayor parte del peronismo, Sergio Massa y Florencio Randazzo, optaron por evitar posturas públicas con fuertes críticas al oficialismo. 

Ambos comparten por estas horas un análisis de situación que los mantiene alejados de los flashes: le reconocen al gobierno un derecho ganado en las urnas, ratificado el año pasado, y coinciden en que le cabe la responsabilidad de conducir el barco en medio de la tempestad. Un axioma que, sin embargo, no los inhibe de enfrentar las acusaciones de conducir acciones demagógicas que seguirán impulsando contra los tarifazos. Es una discusión que nace de un diagnóstico que la oposición considera acertado, por su anclaje en la realidad actual de miles de usuarios y, sobre todo, en las Pymes.

No hay demagogia en la acción, si se trata de defender el derecho de los usuarios frente a un gobierno que se muestra negacionista ante las quejas, asegurando que “es mentira” –lo dijo así el propio Presidente- que los aumentos de servicios públicos se hayan tornado impagables. 

No es momento de echar más nafta al fuego. Si este Gobierno termina mal, los que van a sufrir con la crisis son los laburantes. Los que desean un 2001 no entendieron nada de lo que pasó en Argentina”, les dijo Randazzo a su equipo. Es la posición que explica el silencio, dicen en su entorno. En el massismo “trabajan los equipos técnicos para superar, con aportes, esta crisis”, aseguran alrededor del tigrense.  

El oficialismo, se sabe, construyó una opción distinta con el discurso de la anti-política. Sirvió para ganar las elecciones, pero finalmente dañó la esencia del sistema: la política. Lo hizo hacia afuera para diferenciarse básicamente del peronismo con un gobierno que sembró gerentes allí donde antes había ministros, y que provocó un mayor distanciamiento entre la sociedad y la política, con una fenomenal estafa electoral configurada por un interminable rosario de promesas incumplidas. 

En dos años de gestión, Mauricio Macri batió un récord de incumplimientos que muchos emparentan –por el impacto económico entre los argentinos- con las promesas de Revolución Productiva y Salariazo que patentó Carlos Menem en 1989. 

Amplió el universo de trabajadores alcanzados por el impuesto a las ganancias; se mostró ineficiente para controlar la inflación; reformó el sistema previsional con una ley que derivó en una baja real de los haberes jubilatorios, aplicó un plan que tuvo a la devaluación como herramienta de gestión recurrente para ajustar el gasto e incrementó las tarifas a niveles asfixiantes. La política del codo borrando la firma del compromiso asumido en campaña firmado con sus propias manos, incluyó capítulos menos nocivos pero igual de dañinos en la imagen de la dirigencia política, como eliminar el ‘fútbol para  todos’, otra de las promesas que había asumido a fines del 2015.

Con esas medidas, Macri no sólo dinamitó la confianza de una parte importante del electorado que lo acompañó para llegar a la Rosada, sino que esmeriló la confianza en la dirigencia política en general en un sector importante de la sociedad. Eso explica, más allá de las divisiones internas en el frente opositor, la incapacidad por parte de los principales dirigentes políticos de capitalizar la pérdida de adhesión al Gobierno que reflejan las últimas encuestas. 

En el sector referenciado en la figura de Sergio Massa y de Florencio Randazzo, coinciden, además, en la dificultad de salir a jugar fuerte y en primera persona en el escenario actual, después del triunfo oficialista del año pasado. La condición de ex candidatos los expone a un encrucijada: cómo manejar el malhumor social sin caer en el reproche razonable de haberles advertido sobre lo que ocurriría, durante la última campaña electoral. Mejor, hacer trabajar a sus equipos técnicos en posibles salidas a la crisis y, después, recién después, mostrarse en primera persona en medio del debate generado en la sociedad por las consecuencias sociales de la crisis.

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