EDITORIAL

Los socios de la grieta piden la cabeza de Sergio Massa

Las flaquezas del periodismo oficialista y de dirigentes opositores, aunque cercanos al Gobierno, a la hora de analizar el cierre de Massa dentro del Frente de Todos, muestran que el negocio de la grieta está más vivo que nunca.

Por G.M.

El cierre de listas dejó heridos, como sucede siempre en estas instancias. Ningún frente electoral quedó exento de reproches y pases de factura. Es lógico: los espacios deseados son pocos para una infinidad de aspirantes. En el kirchnerismo, al menos en los últimos dos cierres, las internas fueron públicas y no hizo falta indagar en profundidad para adivinar ganadores y perdedores. Los propios actores en pugna lo hicieron saber a viva voz.

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Sin embargo, en el último cierre del sábado por la noche, las críticas sobre el poderío camporista para manejar las listas se pronunciaron, llamativamente, desde fuera del Frente De Todos. Dirigentes, periodistas y ensayistas que no simpatizan con el peronismo criticaron el poder de La Cámpora y el presunto sometimiento de Sergio Massa a “lapicera de Máximo”.

Las acusaciones sólo se pueden entender como parte del “negocio de la grieta” que sostienen quienes que se encargan de criticarlo discursivamente a diario pero del cual se alimentan para subsistir en la agenda pública. Es que un análisis minucioso y detallado del resultado final de la “rosca” del último fin de semana dista mucho de razonamientos como los de los periodistas del Grupo Clarín, conductores televisivos como Eduardo Feinmann, ensayistas de la talla de Beatriz Sarlo, políticos como Juan Manuel Urtubey y Graciela Camaño.

Veamos: Sergio Massa sometió la decisión del rumbo del Frente Renovador a un Congreso que lo habilitó para entablar conversaciones con el peronismo nucleado detrás de la fórmula de los Fernández. Las inició, propuso un acuerdo programático de gobierno que el PJ que preside José Luis Gioja aceptó explícitamente y se garantizó el primer lugar como candidato a diputado nacional por la provincia de Buenos Aires, lo que implica que de obtener un triunfo presidirá la Cámara Baja.

Para los suyos, cumplió una serie de condiciones nada despreciables en un marco en el que, según Urtubey, “da pena ver a Sergio Massa con La Cámpora”. Garantizó que sus diez intendentes bonaerenses no tengan que ratificar su candidatura en una PASO, consiguió que dirigentes que le responden sean los candidatos de la unidad en otros cinco distritos y que compitan por la intendencia vía PASO en una decena de municipios.

Además de él mismo, cinco renovadores más aparecen entre los primeros veinte lugares de la nómina de diputados. Aceptable negocio, teniendo en cuenta que para Sarlo “las listas las armaron Cristina y Máximo, no Alberto”. Valorables términos de armisticio teniendo en cuenta que, para Feinmann, Massa “terminó con una rendición incondicional a Cristina Fernández de Kirchner”.

Graciela Camaño, otrora socia del Frente Renovador, dijo que los dirigentes del espacio habilitaron esa alianza porque “se asustaron con las encuestas”. Atribuirle miedo al otro es siempre un atajo para no ponderar las propias flaquezas. Esto aplica a la esposa de Luis Barrionuevo, que se exilió en Consenso Federal, el armado que financia su esposo, y pataleó por la única candidatura que se puede traducir en un cargo público.

Habrá tres mil nombres circulando bajo el sello de Consenso Federal en toda la Provincia. La que más chances de cobrar tiene -la única, a la luz de las encuestas- es la cabeza de la lista de Diputados nacionales. Ahí está Camaño, que desplazó a Margarita Stolbizer y desdeñó una riesgosa pero meritoria postulación a la Gobernación bonaerense. “Renuncio a la lucha, pero no a los honores”, podrá decir de sí en adelante.

Pero volvamos a Massa. Queda claro, en síntesis, que obtuvo, a partir de su acuerdo con el resto del peronismo, lugares en las listas, debate partidario y programa de Gobierno. Si termina pagando un costo político por su arribo al FdT, podrá esgrimir fácilmente que lo hizo en aras de construir una coalición de gobierno amplia. Es más de lo que cualquier radical afincado en Cambiemos puede atribuirse.

Las lecturas que subrayan lo contrario se pueden entender desde quienes critican a “la grieta” sin poder superarla en la práctica concreta porque es lo que les permite aparecer en escena en alguna que otra oportunidad. El negocio de la división de los argentinos, sirve únicamente a los propósitos de sus socios y, claro está, al gobierno nacional, que ahora reclama a través de sus voceros la cabeza de Sergio Massa.

 

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