

El reclamo por las Malvinas Argentinas de un excombatiente que defiende la singularidad de cada uno de los 23 mil soldados que fueron a la guerra.
A 39 años de la recuperación de las Malvinas Argentinas por parte de las Fuerzas Armadas argentinas, el calendario volvió a coincidir. Aquel 2 de abril también fue viernes, pero el país no amanecía con la tranquilidad de un feriado (sumado a una pandemia), sino con la euforia de haberle ganado un partido a los ingleses. No importó demasiado quién era el director técnico.
Tulio Alberto Cowes estaba en su casa de Castelli cuando se enteró. Después de 14 meses de servicio, le faltaban 5 días para terminar el servicio militar obligatorio que hacía en el Grupo de Artillería de Defensa Aérea 601 de la estación Camet. Le avisaron que tenía que ir, le dieron tiempo para despedirse de su familia y el 12 de abril llegó a las Islas Malvinas. Su tarea fue defender la pista del aeropuerto en Puerto Argentino del ataque enemigo junto a otros seis soldados.
TE PUEDE INTERESAR
“Estábamos en la última posición. Mirá qué iba a llegar comida ¡No llegaba nada!”, recuerda el excombatiente que hoy pasa sus días entre Mar del Plata con sus hijos y Buenos Aires con su actual pareja. Ella también es de Sevigné, el pueblo bonaerense que queda sobre la ruta 2 en el que ambos se criaron. Gracias a “las vueltas de la vida” se reencontraron. Tulio bajó 14 kilos durante la guerra, pero cuando la volvió a ver ya los había recuperado.
Para él, el día más especial no fue el 2 de abril ni el 14 de junio. Fue el 1° de mayo, “el día que empezamos a combatir”. “Todo ser humano tiene miedo, pero el miedo más grande es al desconocimiento”, dice al explicar que estuvieron más de dos semanas en alerta, pero sin saber qué pasaría ni cuándo. El Día del Trabajador empezó a pasar: después de las cinco de la mañana tres aviones británicos arrojaron tres bombas cada uno con el objetivo de dejar inutilizable la pista de aterrizaje. Y siguió pasando: todos los días cada dos horas tuvieron que soportar el cañoneo naval y aéreo.
Fueron días de hambre, miedo y frío. “Yo el frío no lo sufrí mucho allá”, corrige y argumenta: “yo venía de Sevigné”. Para Tulio, los inviernos escarchados del pueblo lo curtieron. “Vas a encontrar a dos personas que estuvieron en el mismo lugar y vivieron las mismas cosas, pero tienen dos visiones diferentes. No sé si pasa por la crianza, por lo político o por dónde”, reflexiona Cowes. De hecho, él mantiene una relación con quien fuera su superior durante la guerra, pero su compañero de esos días no.
Según cifras oficiales, en la guerra de Malvinas participaron 23 mil combatientes argentinos divididos entre las tres Fuerzas Armadas, Gendarmería y Prefectura. Durante el conflicto fallecieron 649 y se estima una cifra similar de veteranos suicidados. Pasaron de ser héroes a loquitos de la guerra en cuestión de días y estuvieron 89 meses sin cobrar una pensión. Al día de hoy hay exsoldados movilizados que reclaman ser reconocidos por el Estado y denuncias por torturas. “A nosotros no nos pasó”, afirma Tulio sin descartar nada.
A partir del 14 de junio, Cowes estuvo prisionero 7 días hasta que lo llevaron a Puerto Madryn. De ahí en camión a Trelew. De ahí en avión al Palomar. Finalmente, a Campo de Mayo. Cuando volvió a casa, la estación de servicio de Sevigné donde trabajaba se había fundido, pero pudo entrar a trabajar en el ferrocarril junto a su padre. “No me querían tomar porque para manejar transporte tenés que tener 21 años y yo los cumplía en enero. Era mayor para ir a una guerra y menor para trabajar en el ferrocarril”, ironiza 39 años después. Hoy está jubilado después de “muchas vueltas”. Tuvo una peluquería, un boliche bailable, fue taxista y empleado de la Municipalidad de General Pueyrredón, en Mar del Plata.
Se podría decir que Tulio integra un grupo de excombatientes bastante favorecido. Primero porque volvió, pero también porque su madre lo traía de vuelta a su casa en las madrugadas en las que salía desnudo a la calle. Porque tuvo trabajo durante la época de ocultamiento. Porque se casó, se separó y se volvió enamorar. Porque sus amigos, también excombatientes, lo acompañaron cuando fue necesario y viceversa. Pareciera ser consciente de eso y hoy dedica su vida a la paternidad y a malvinizar con su testimonio, pero aclara que “los verdaderos héroes fueron los caídos”.
Dejanos tu opinión