Patricia Solorza tenía 40 y falleció atada en un hospital terapéutico a raíz de una infección generalizada de vesícula. Estaba presa por haber abortado.
Era madre de un menor de 14 con retraso madurativo y otra niña de 8 años. Sus familiares aseguran que la mujer nunca quiso decir que había quedado embarazada nuevamente, porque su padre la maltrataba y golpeaba.
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La fecha en la que Patricia murió, no es un dato más: se trata del aniversario en el cual el Senado rechazó la Ley de Interrupción legal del Embarazo, que ya había conseguido media sanción en la Cámara baja. ¿Qué hubiese pasado si en el país regía una ley que no condenaba los abortos?
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Patricia Solorza murió atada a una camilla y durante la operación nunca le sacaron las esposas, ni las de la muñeca ni las del tobillo. Llevaba más de seis años detenida en el penal 47 de José León Suarez, en una condena por ocho años por “homicidio agravado”.
“Fue demasiado triste la vida de mi hermana, mi papá era un violento, un monstruo y se la agarraba con ella y con mi mamá. Yo me fui a los 13, pero ella con los hijos no se pudo ir”, expresó para Página12, la hermana de la víctima, Luján Solorza.
Patricia estudiaba desde la cárcel y en una entrevista que había dado el año pasado se había asumido como “culpable”, casi como en una demostración del peso de la justicia en el mente de las mujeres.
“Yo no fui consciente de lo que hice. Pero tengo que asumir la culpa. Para la sociedad y para el Estado soy culpable. Cuando la Justicia te dice que sos homicida tenés que asumir la culpa. Si no, la Justicia considera que no entendés lo que pasó”, había dicho entonces.
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