

Como una ley de Murphy, todo lo que pudo salir mal el 2 de abril de 2013 salió mal.
El Servicio Meteorológico Nacional no alertó. Llovió como nunca. El recolector de basura no pasó. Las obras hidráulicas no estaban. Tampoco el intendente o el gobernador. Aquel fatídico martes 2 de abril de 2013 (y los días siguientes) todo lo que pudo salir mal salió mal, pero, ojo: lo peor no pasó.
A las 3.51 de la madrugada el Servicio Meteorológico Nacional emitió un alerta por lluvias intensas para La Plata, CABA y algunos distritos del conurbano. A las 5.30 ya decía “probabilidad de tormentas y chaparrones aislados”. Nadie sabía lo que iba a empezar a pasar a la hora de la siesta.
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Según la estación meteorológica que tiene en el Paseo del Bosque la Facultad de Ciencias Astronómicas y Geofísicas de la UNLP llovieron 392,2 milímetros entre las 3 de la mañana del martes y las 6.25 del miércoles. 302,2 de ellos cayeron en tres horas: entre las 16 y las 19. La Plata había sufrido al menos 10 inundaciones en su historia por precipitaciones superiores a los 100 milímetros (la más cercana fue la de 2008), pero nunca se había registrado algo así.
Era el quinto día de un fin de semana extra largo de otoño. Se habían juntado los días no laborables de Semana Santa con el Día de los Veteranos de Malvinas. Hacía prácticamente una semana que los servicios de recolección de residuos urbanos y de barrido funcionaban a media máquina.
El Centro de Ingenieros bonaerense le sumó a ese contexto la subejecución de obras, la reducción de superficies absorbentes por la expansión del asfalto y un desmedido crecimiento urbano para explicar la tragedia. Algo similar concluyeron investigadores de la Facultad de Ingeniería de la UNLP y del CONICET.
Tras la inundación de 2008, La Plata, Berisso y Ensenada habían decidido crear un comité de crisis coordinado por la Autoridad del Agua (ADA). Su objetivo iba a ser elaborar protocolos de emergencia y planificar obras. Años después, en 2012, la propia ADA reconocía el fracaso a través de un documento. Decía que no existía ningún programa de manejo de la emergencia y que faltaban obras en la cuenca del arroyo Del Gato.
El agua permaneció en las casas hasta 15 horas después de la lluvia. El Departamento de Hidráulica de Ingeniería concluyó que en al menos 9 puntos de la ciudad superó los 2 metros y que la altura promedio fue de 1,70 metros. De acuerdo a proyecciones del Laboratorio de Hidrología perteneciente a Ingeniería de la UNLP, si se hacían las obras recomendadas en 2007 (o las de 2010) el tiempo de permanencia del agua en las casas hubiese sido la mitad.
Es un dato fundamental porque en las primeras 12 horas se produjeron la mayor parte de las muertes y porque durante ese periodo no se verificó asistencia estatal alguna. De hecho, según un relevamiento realizado por la Facultad de Trabajo Social de la UNLP, el 78,72% de las personas que debieron autoevacuarse lo hicieron en casas particulares de amigos, familiares o vecinos y el 96,83% logró salir de sus casas gracias a la ayuda de esos mismos vecinos o afectos.
Una vez que bajó el agua, la Agencia Platense de Recaudación determinó que hubo unas 165.037 personas damnificadas directamente y otras 357.500 indirectamente. 55.716 viviendas y 2.846 comercios dañados. En total, calcularon un perjuicio económico de $4.000 millones. Un estudio hecho por investigadores de la Facultad de Economía de la UNLP calculó en 3.400 millones las pérdidas materiales producidas por la inundación. En ese momento el dólar cotizaba a $5,13 y el paralelo a $8,5.
No hubo alerta temprana, no había infraestructura y no hubo asistencia estatal. Pero además hubo una falla más. Es cierto, no hubiera evitado muertes ni minimizado daños, pero igualmente debía encargarse de determinar responsabilidades.
La saga judicial posterior a la inundación merece una crónica aparte, pero, a fin de cuentas, no condenó a ninguna autoridad política o policial. Para el fiscal Jorge Paolini los únicos que tuvieron responsabilidades penales fueron los titulares del área de defensa civil municipal y provincial: Sergio Ariel Lezana y Miguel Ángel De Lorenzo.
El juez Luis Arias, por su parte, sentenció que las víctimas fatales del temporal habían sido 89 adultos y no 51 como informaron oficialmente desde el gobierno. Esta irregularidad, ratificada por la Cámara de Apelaciones, no tuvo ni a médicos de la morgue ni a policías ni a ningún funcionario condenado. En realidad sí hubo un condenado: el propio Arias que fue suspendido en 2017 y destituido en 2018.
Como se vio, todo lo que pudo salir mal a partir del 2 de abril del 2013 salió mal. Sin embargo, hay estudios que sostienen que podría haber sido (o ser) peor. Un indicador utilizado en hidrología llamado Precipitación Máxima Probable estima que en la capital bonaerense podrían llover hasta 500 milímetros en un día. La infraestructura de la ciudad y su población deberían estar preparadas para eso.
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