

Una tormenta perfecta contra una ciudad indefensa. Cómo y por qué golpeó la inundación del 2 de abril de 2013. Hablan especialistas.
El agua que caía a baldazos desde el cielo empezaba a subir desde desagües y sumideros. En cuestión de horas, La Plata, orgullo arquitectónico, ciudad planificada, se convirtió en una trampa mortal para, por lo menos, 89 de sus vecinos. Diez años más tarde, seguimos hablando de la inundación: preguntamos qué nos pasó, qué nos puede pasar.
Partimos de una hipótesis: en los días 2 y 3 de abril de 2013 La Plata padeció los efectos de una tormenta inédita para la que no estaba ni remotamente preparada. Se precipitaron casi 400 milímetros que desbordaron en cuestión de minutos todas las cuencas de la región.
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Ciudadanos indefensos, sin el amparo de un Estado capaz de dar respuesta a la emergencia, hicieron lo que pudieron.
“Fue un fenómeno anormal, fuera de serie en cuanto a la cantidad de precipitación”, avisa desde el vamos Horacio Sarochar, profesor de Meteorología en Facultad de Ciencias Astronómicas y Geofísicas de la Universidad Nacional de La Plata. Ese día, Sarochar no estaba en La Plata, pero en los años siguientes se dedicó a estudiar a fondo el fenómeno.
Serio, y sin grandilocuencia, se esfuerza para explicar en términos simples cómo fue que una serie de tormentas de verano se estacionaron sobre el cielo de La Plata y en varias regiones de la Provincia durante largas horas para descargar toda su furia.
“Un sistema de baja presión muy amplio se quedó estático mucho tiempo sobre la provincia de Buenos Aires. Normalmente los sistemas del tiempo se mueven del oeste hacia el este. En este caso, por varias horas, La Plata y muchísimas localidades, tuvieron precipitaciones muy por encima de los promedios habituales”, señala.
Cayeron 392 milímetros, según los registros de la facultad. Son 390 litros de agua por cada metro cuadrado de ciudad. ¿Cuántos litros son 390 litros? El equivalente a un tambor de aceite, de esos que se usan en los lubricentros.
Los registros históricos de la Facultad de Ciencias Astronómicas y Geofísicas datan de 1909. Cuando se conocieron los números finales de la tormenta de 2013, los científicos fueron a compararlos con las series históricas y se encontraron con que sólo hubo 27 tormentas que descargaron más de 100 milímetros en 24 horas sobre la ciudad.
La primera golpeó en septiembre de 1946. En cuatro oportunidades la marca se acercó a los 150 milímetros. El registro del 2 de abril está fuera de escala: es dos veces y media más amplio que cualquiera conocido con anterioridad.
Trescientos noventa y dos milímetros volcados en cuestión de horas pueden sumergir a cualquier ciudad del mundo. Especialmente a aquellas que se asientan en zonas bajas, que están surcadas por arroyos y que no tienen experiencia o antecedentes en materia de inundaciones.
La tormenta perfecta golpeó a La Plata en pleno boom inmobiliario: las casas bajas y sus jardines dejaron lugar a torres y patios secos; los barrios marginales ganaron kilómetros a la vera de los arroyos; el Estado -que había sido puesto en aviso por la naturaleza pocos años antes-, dejó hacer.
“Muchos pensaban, incluso después de la inundación, que el cambio climático era un gran negocio. Tuvimos 89 víctimas fatales, ¡qué gran negocio!”, ironiza Claudio Velazco, un ingeniero hidráulico que salió a medir todas las cuencas en plena tragedia para elaborar un plan de obras que garantizara la tranquilidad de los platenses.
Tiempo después comenzaron a ejecutarse obras. ¿Alcanzan? “Nos quedamos cortos en el diseño. La realidad nos indica que las tormentas son cada vez mayores en intensidad y en tiempo”, es el diagnóstico en retrospectiva. Velazco, que advierte desde 2002 sobre el cambio climático, elige un parámetro pecuniario para decir que se invirtió cuatro veces menos dinero de que se necesita para prevenir una inundación como aquella.
“Hay puentes que sigan siendo cuellos de botella”, advierte. En el Arroyo Del Gato, los que están sobre la avenida 19 y sobre la 520, que no se renovaron. “El agua viene de arriba y se encuentra con esos embudos, ¿qué creen que va a pasar con los vecinos?”, ironiza el especialista, que ruega que la clase política entienda “la realidad de las inundaciones” y de “las tormentas que podemos tener en cualquier momento”.
Sobre este diagnóstico, ni los especialistas en clima pueden dar garantías. “No hay una probabilidad calculada, porque nunca se han hecho las llamadas curvas de recurrencia”, adelanta Horacio Sarochar. “Si pasaron una vez, pueden volver a ocurrir. Si pasara en los próximos 2 ó 3 años tendríamos que pensar que hay, además, un efecto de cambio climático en el camino”, agrega.
La serie histórica registrada por la Facultad de Ciencias Atronómicas y Geofísicas muestra que después de 2013 no volvieron a caer más de 100 milímetros en un día. El cuadro vigente tiene su última barra, la más larga, el 2 de abril. “No ha pasado más, puede volver a pasar, no es posible decir cuándo”, concluye.
La lluvia alimentó ríos que arrasaron las calles de la ciudad. La Justicia determinó que al menos 89 personas murieron a causa de la inundación. La solidaridad y el heroísmo de cientos de vecinos evitó que la cifra fuera todavía mayor, porque el Estado no estuvo. "Ni la ciudad de La Plata ni otra ciudad del mundo estaba preparada para lo que pasó", dice Fernando Carlos, guardavidas, técnico en emergencias y especialista en reducción de riesgos.
“Defensa Civil estaba preparada para actuar en cosas más chicas, en una precipitación de cien milímetros”, sostiene, y recuerda que hubo, además, en simultáneo, un incendio en la Refinería La Plata que convocó a todas las dotaciones de bomberos disponibles en la región.
En la noche del 2 de abril, Fernando Carlos cruzó la ciudad de este a oeste para poner a resguardo a sus padres. Su historia tuvo un final feliz pero las emociones le atraviesan todo el cuerpo y es casi imposible hacerlo hablar de la inundación sin que suelte alguna lágrima. Hoy, su preocupación es que el Estado no vuelva a fallarle a la gente.
“Si hoy cae la misma lluvia en La Plata, supongamos que mitigue un poco la obra, hay que ver si los vecinos saben lo que tienen que hacer. No sé si todos saben”, reflexiona. La Universidad de La Plata elaboró un plan de reducción de riesgos y la Municipalidad tiene documentación publicada en la web, pero no se sabe si alguien la leyó.
“Si la ciudadanía sabe, y leyó, y sabe que se tiene que quedar en lugares altos, que puede pedir ayuda en los centros comunales, listo. Si la comunidad desconoce los planes, hay un riesgo”, sostiene Fernando, quien marca con preocupación que en la última década se hicieron obras pero “la ciudad se impermeabilizó más” y “donde antes había un inodoro, ahora hay cien”.
Estimado lector: ¿Leyó usted alguno de esos documentos? ¿Puede identificar las zonas altas de su vecindario? ¿Tomó algún tipo de precaución para ponerse a resguardo dentro de su casa? Si no lo hizo, no puedo menos que recomendarle que siga leyendo por acá:
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