Sociedad
PARAJES OLVIDADOS

Faro: El pueblo bonaerense en donde viven solo 20 personas

Sin comercios, centros de salud ni farmacias, sus habitantes subsisten con pequeños emprendimientos en una localidad abandonada a partir del cierre del ferrocarril.

Estación vieja y deshecha/Que fuiste todo alegría/Cuando era una romería/En los tiempos de cosecha/Hoy parece que te pecha/El mancarrón del olvido/Quién sabe dónde se han ido/ Bolseros y capataces.../Hombres fuertes y capaces/Que pa´ siempre se han perdido. “Estación de vía Muerta” es el nombre de la milonga que escribió el poeta bonaerense Luis Domingo Berho  en 1984, recordando con nostalgia un paraje rural que se fue perdiendo en el olvido. 

Esa antigua estación que le sirvió de inspiración a Berho queda en Faro, una localidad del partido de Coronel Dorrego, ubicada al sur de la provincia de Buenos Aires, a 600 kilómetros de 13 kilómetros de la Ruta 3, camino a Bahía Blanca. Allí viven sólo 20 personas que, con pequeños emprendimientos, buscan subsistir en un pueblo de sin comercios, centros de salud ni farmacias.

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El poeta de la provincia de Buenos Aires Luis Berho se inspiró en la estación de Faro para escribir su milonga "Estación de vía muerta".. Foto de Lucrecia Serralunga

En la época de esplendor de Faro llegaron a haber entre 300 y 600 habitantes, bares, un almacén de ramos generales, un taller mecánico, una zapatería, un hotel, un restaurante y una comisaría. Con la clausura del ramal del Ferrocarril Roca que unía la estación Defferrari, perteneciente al partido de San Cayetano, con Coronel Dorrego, este pequeño pueblo de alrededor de 6 cuadras quedó condenando al abandono y las vías muertas quedaron literalmente enterradas debajo de lo que hoy es la Ruta 72. El éxodo de sus habitantes fue masivo y Faro pasó a ser un pueblo fantasma, con la mayoría de las viviendas abandonadas.

En el año 2010, las no más de cinco personas que quedaban allí, junto con vecinos de los campos aledaños, se reunieron para formar una comisión que tenía como objetivo, entre otros puntos, recuperar la vieja estación del ferrocarril, que había sido saqueada y vandalizada. Se hicieron llamar Asociación Comunidad de Faro y, desde ese momento se ocupan del mantenimiento de la estación, que fue reacondicionada y reconvertida en museo. 

“Nos pusimos como meta poner en valor la estación de tren, lo logramos, y llevar nuevos vecinos, lo hicimos. Ellos ahora cuentan con un espacio donde trabajar, realizar reuniones, vender sus productos”, comenta en diálogo con INFOCIELO el periodista y escritor Leandro Vesco, fundador de la ONG Proyecto Pulpería, que colaboró activamente con la restauración del lugar. 

“A partir de ahí, se empezaron a hacer almuerzos, después algunas cenas, tardes de té y con eso se juntó dinero y se compraron las cosas que hacían falta como vajilla, mesas, sillas. Con ese tipo de actividades se sostiene el lugar”, cuenta a INFOCIELO la referente de la Asociación Comunidad de Faro,  Patricia Beliz, quien se mudó desde Bahía Blanca junto con su esposo Daniel en busca de una nueva vida alejada del ruido de la ciudad.

Así luce actualmente la estación, hoy reconvertida en museo. Foto: Claudio Cayssials

Uno de los pobladores más recientes es Claudio Cayssials quien llegó a Faro desde Pigüé junto con su pareja en 2019, tras vender la gomería que le había empezado a generar pérdidas económicas. “A partir de 2016 empecé a observar que la cosa no estaba yendo bien y me di cuenta de que poco a poco iba perdiendo lo que me había dado la gomería. Antes de terminar sin nada, decidí vender absolutamente todo y arrancar de cero en otro lugar y con otra actividad”, relata a INFOCIELO Claudio.

Luego de haber averiguado precios y de haber visitado una buena cantidad de viviendas en la localidad de Cura Malal y otras zonas cercanas a Pigué, que no los convencieron, Claudio recordó que un primo suyo retirado del Servicio Penitenciario, se había mudado a Faro y quiso conocer el lugar. 

La escuela Rural N°13 Mariano Moreno es la única institución educativa del pueblo.  Foto de Lucrecia Serralunga

“Un 15 de marzo nos juntamos a comer un asado en Faro y aprovechamos para ver qué encontrábamos. El 30 de marzo ya estábamos pasando la primera noche acá”, recuerda y agrega: “Pudimos conseguir una casa con muchas más comodidades de la que teníamos, pero todo eso trajo aparejado una adaptación que no fue para nada sencilla”

Lo más duro de pasar en este pueblo perdido en medio de la llanura, que cuenta con un puñado de casas desperdigadas en un par de cuadras, una humilde escuela rural con jardín de infantes y primaria,l y un antiguo club social, además del museo de la estación; es el invierno. Sin servicio de gas natural, los vecinos se calefaccionan con hogares y salamandras a leña. 

El invierno es lo que más se sufre en Faro. Foto de Lucrecia Serralunga

“La leña la hago yo con motosierra en mano y así trato de rebuscármelas con un montón de cosas. Intento hacer lo más que pueda yo solo porque el costo de mano de obra acá es muy alto”, señala Claudio aunque aclara: “Vivir en Faro es muy barato es muy barato porque lo único que pagamos es la energía eléctrica, el municipio de Coronel Dorrego no te cobra ningún tipo de impuestos”.

Actualmente, Claudio y su pareja pusieron en marcha un emprendimiento de elaboración de escabeches de distintos tipos, además de embutidos y dulces, que publican a través de internet y los distribuyen por las localidades aledañas 

“Mi otro trabajo es con un amigo de Pigüé, que él hace faena y yo tengo un vehículo adaptado con un equipo de frío y térmico con el que hago repartos de carne en Dorrego y también acá en Faro”.

En el Club Atlético Faro se realizan eventos sociales como bailes y cenas, además de torneos de fútbol. Foto de Lucrecia Serralunga

Según el periodista y presidente de la ONG Proyecto Pulpería, Leandro Vesco, los habitantes de Faro “están en el mejor lugar donde poder vivir una vida tranquila, sin horarios ni demasiadas pretensiones que la de ser feliz en un pueblo al que le falta mucho, pero que están dadas las condiciones para que crezca”.

“Acá vivimos sin horarios, no tenemos horarios para acostarnos ni para levantarnos, no tenemos horarios laborales, es una vida completamente distinta”, comenta Claudio Cayssials, pero reconoce que “tiene momentos complicados. El invierno pasado fue muy crudo, hacía muy poco que estábamos acá y  el viento sur te pega en la puerta, entrando por cualquier hendija”

¿Qué debería tener en cuenta una persona interesada en mudarse a Faro? 

Si hay algo que las personas que llegan a Faro en busca de una nueva vida tienen garantizado es la tranquilidad absoluta de un pueblo que parece dormido, pero que también sueña con la posibilidad de resurgir a partir de distintos emprendimientos como huertas orgánicas, elaboración de productos regionales o simplemente el cultivo o la cría de animales para el autoconsumo.

“Las personas que quieran ir a vivir a Faro deben tener proyectos y recursos económicos para llevarlos a cabo, sin recursos y ante la ausencia de un plan estatal de ayuda, es imposible pensar en cambiar de vida”, considera Leandro Vesco y sostiene que “antes de decidir, es fundamental ir muchas veces al pueblo, sentirlo, oír a sus habitantes, caminarlo, si es posible pasar algunas noches, preguntarles a los propios pobladores qué oportunidades hay, si existen terrenos, casas o lotes”.

La disponibilidad de espacios para comprar en Faro es un factor muy importante a tener en cuenta antes de embarcarse en el sueño de empezar una nueva vida en este pueblo. Según la referente de la Asociación Comunidad de Faro, Patricia Beliz, “los terrenos y casas que se publicaron hace un par de años, se vendieron todos”.

Los valores de los terrenos son muy accesibles, pero se debe contactar sus dueños. Foto de Lucrecia Serralunga

Si bien no hay viviendas disponibles, sí hay terrenos que pueden ser adquiridos a precios muy bajos. “Los valores de los terrenos son sumamente accesibles. Cuestan por lo menos la décima parte de lo que salen en una ciudad como Pigüé, Dorrego o Bahía”, detalla Claudio Cayssials y explica que, en muchos casos, hay que localizar a los dueños de esos terrenos y buscar las documentaciones, pero “es cuestión de investigar un poco”.

Otro aspecto elemental es el tema de la movilidad: “no tenemos negocios, ni proveeduría, ni nada. Todo depende de Coronel Dorrego, que queda a 25 kilómetros, así que tenés que tener un vehículo para hacerte las compras y buscar lo que necesites", sugiere Patricia Béliz. 

Uno de los factores determinantes para poder adaptarse o no al nuevo estilo de vida depende de cuáles son las pretensiones de las personas y sus ambiciones. “Muchas veces al correr detrás del dinero o atrás de las cosas materiales, perdés algo muy importante, como un reguero de vida, de vínculos, de momentos. Se pierden tantas cosas que, en definitiva  no ganás absolutamente nada y muchas veces los riesgos son tan grandes que terminás perdiendo todo”, expresa Claudio y agrega que “acá las ambiciones no son desmedidas. La única ambición es la de vivir bien, cómodos y sin presiones”.

 

El sueño de repoblar el interior de la provincia 

La ONG Proyecto Pulpería, presidida por el periodista Leandro Vesco, quien la fundó en 2007, tiene como propósito fundamental la recuperación de pequeños pueblos de la provincia de Buenos Aires  a partir de acciones concretas como la creación de bibliotecas rurales, o el desarrollo de campañas de repoblación.

Desde el año 2015 Proyecto Pulpería comenzó con el proyecto Refundar, con la idea de trabajar en distintos pueblos bonaerenses propiciando el surgimiento de oportunidades para familias de zonas urbanas que tuvieran un proyecto sustentable de impacto local que pudieran desarrollar en zonas rurales.

Con esta propuesta llegó Vesco a Faro, cuando había solo 14 habitantes.  “Sus pobladores, en un fenómeno que llamo Revolución Silenciosa, han logrado mucho y lo seguirán haciendo”, asegura Vesco y comenta: “Nosotros los acompañamos en la génesis de su sueño, los vimos fuertes y supimos que ellos solos podían seguir en esta camino de independencia rural”.

Los pobladores de la zona se dirigen en caravana de Faro a Cnel Dorrego para participar de la  Fiesta Pcial de la Llanura. Foto de Lucrecia Serralunga 

La experiencia más exitosa de este proyecto se dio en Gascón, una localidad ubicada al centro-oeste de la provincia de Buenos Aires, muy cerca del límite con la provincia de La Pampa donde, las familias que decidieron cambiar de vida no sólo lo lograron, sino que le cambiaron la realidad al pueblo sumando habitantes, mano de obra e ideas innovadoras.

“Los nuevos habitantes de Gascón hallaron no sólo una mejoría en su calidad de vida, sino que todos tienen trabajo”, señala el presidente de la ONG y asegura que “los pueblos, además de permitir vivir mejor, son también escenario donde el que va, puede crecer profesionalmente”

Este año, comenzaremos una segunda etapa del proyecto, en este sentido, cuando los viajes interurbanos estén permitidos, abriremos una convocatoria para los bonaerenses”, anunció el periodista, “allí, junto con nuestro socio estratégico, Gregorio Aberasturi, nacido y criado en ese pueblo, ofreceremos terrenos sin costo para que familias con proyectos y recursos para llevarlos a cabo lo pueden hacer”.

 

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