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Olarticoechea: "Es un orgullo, la gente todavía me agradece"

Vestir la camiseta de la Selección marca a todos los futbolistas que alguna vez tuvieron la chance de hacerlo, y mucho más aún si se da en el marco de una Copa del Mundo. Julio Olarticoechea sabe mucho de esto, con 12 partidos jugados en tres Mundiales (1982, 1986 y 1990), y contó su experiencia en CIELOSPORTS TV como parte del especial “Nuestro Legado Mundialista”.

Nunca se me cruzó que iba a jugar en la Selección y que iba a ser campeón. No termina de sorprenderme el cariño de la gente en el día a día. Por ahí ando con gorra, con anteojos, estoy un poquito más gordo y la gente todavía me conoce y me agradece. Es un orgullo con el sentimiento que te habla la gente”, reconoció el ex jugador de Racing, River y Boca.

El equipo no andaba bien individualmente. El primero que se da cuenta si juega mal o bien es uno, y sabés que si jugás mal te van a criticar”, admitió quien también jugó en Argentinos y en Mandiyú, aunque agregó: “También había críticas de mala leche, ensañamiento, y eso no le gusta a nadie. Nosotros nos lo bancamos, son las reglas del juego, estamos en Argentina”.

En 1986 llegamos a la Final increíblemente bien en todo sentido”, recordó sobre el Mundial de México, y consideró que el partido con Inglaterra fue la clave: “Si había que ganar un partido en un Mundial era ese, con la Mano de Dios, con el gol más grande de los Mundiales y con la nuca mía que salvé el empate. Le puse la Nuca de Dios, no sé cómo hice para sacarla”.

En este sentido añadió: “A partir de ese partido ya nos sentíamos campeones. Cualquiera de los muchachos te va a decir que sabíamos que no podíamos perder ese Mundial, inclusive cuando Alemania después de estar ganando nosotros bien la Final 2-0 nos empata 2-2, a nadie se le pasó por la cabeza que no íbamos a ser campeones”.

¿Qué hubiese sido si lo perdíamos? ¿Cómo hubiese llegado Argentina? Seguramente nos hubieran puteado, porque ese partido no se podía perder, y por eso lo jugamos como una Final. A partir de ahí lo que venía era yapa. Venía Bélgica y la Final. Pero ese fue el partido de mi vida”, resumió el Vasco sobre un encuentro que, 32 años después, sigue vivo en la memoria.

A la hora de elegir un momento puntual, recordó: “La imagen que se me viene es de cuando termina la Final. Abrazos, festejos, saltos. Salgo de la escena y me voy al banco de suplentes. Me senté a tomar agua y empecé a ver la locura que habíamos generado. Era un espectador más, de lujo. Habré estado cinco minutos en esa pausa, y después me metí a dar la vuelta olímpica”.

“El 90’ fue totalmente distinto”, contó luego, rememorando su última Copa. “Era un nuevo grupo con jugadores jóvenes, Caniggia, Basualdo, Fabbri, Troglio, que se sumaban a los campeones. Fue parecido a lo del 82’ cuando nosotros nos sumamos a los campeones. Fue distinto porque hubo bajos rendimientos, lesionados, Maradona con el tobillo a la miseria, tarjetas. Se dieron un montón de cosas en contra”, lamentó.

En la época esa no se ganaba plata, se jugaba más que nada por la camiseta”, destacó quien fuera mediocampista, y para cerrar dejó una frase sobre lo que representa la Selección para él: “No hay palabras para describir lo que es la camiseta argentina. Orgullo me saldría, porque el cariño que te da la gente donde sea, en Salta, en Capital, te hace sentir orgulloso”.

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