Análisis

El mes del León: de la frustración a la ilusión

La vorágine del fútbol argentino a veces resulta inentendible e injusta. Y si la dirigencia de Estudiantes se hubiese dejado llevar por ella, hoy Gabriel Milito no sería más el entrenador del equipo.

Los malos resultados acarrean las peores miserias del deporte. Insultos, críticas a los dirigentes, cuerpo técnico, futbolistas y la mayoría sin fundamentos. Se crea un ambiente de tensión que se terminar trasladando al campo de juego y se termina generando una situación incómoda que desemboca en un "cambio de aire".



Desde el día que llegó Gabriel Milito, se supo que trabajaba bien, por eso se lo contrató, lo decían los futbolistas, periodistas que iban al Country y hasta algunos hinchas. Sin embargo, si los dirigentes, con Verón a la cabeza, no le insistían al entrenador para que continúe, hoy estaría en su casa sin trabajo.

Lo cierto es que el equipo hizo el famoso click, y empezó a ganar. Y Estudiantes pasó en un mes de estar mirando la tabla del descenso a estar a tres puntos de la cima, y ser el segundo equipo de los 24 del torneo, en recibir menos goles.

No siempre la pelota entra, a veces hay que saber esperar, insistir, persistir, corregir errores, cambiar piezas, y si el trabajo es bueno, en algún momento se va a ver reflejado en los resultados.

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