Maradona: un último milagro y la gambeta final entre el caos
Por Andrés Caviglia
El día después de la muerte de Diego nos deja en un espacio difícil de habitar, plagado de desolación, de cuestionamientos, de bronca, quizás culpa pero ante todo tristeza. Porque pese a que seguramente hay muchos que crean que el fallecimiento del barrilete cósmico es uno más, simplemente no lo es. Porque para millones este país es sinónimo de fútbol y sinónimo de fútbol es Maradona, pero Diego no es (duele pensarlo en pasado) sólo eso; fue alegría para los desangelados y fue el vengador de nuestros soldados.
Se podrá estar de acuerdo o no con Diego pero lo que es ciertamente inútil es querer cuestionar su posición inigualable de máximo ídolo popular de la Argentina. "¡El Diego, el Diegote papá!", será siempre una referencia porque el tipo que en 60 años vivió más vidas que cualquier terrenal arrancando de Fiorito hasta Dubai, multiplicó corridas y goles y los hizo pan para las mesas de los que menos tenían y menos tienen ahora, que él ya no está. Eso sólo existía en la Biblia, nadie lo vio y por eso Diego fue Dios en esta tierra.
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Para comprender este concepto vale escuchar las palabras de Hernán Coronel, cantante de Mala Fama y referente de la Cumbia Villera: "Ahora es fácil. Que digan lo que digan pero Diego estuvo 15, 20 años haciendo que un país salga de la tristeza, porque no tenía muchas de qué alegrarse el pobre que está rascando la olla. No tenían mucho más que ver a Maradona salir a la cancha con la celeste y blanca, que le cause esa emoción a una persona pobre que sólo siente eso cuando es el cumpleaños. Eso lo hizo Diego por mucha gente".
El Diego que se abrazaba con Fidel y bancaba a Angelici en Boca, el que se decía y se contradecía, el que se embroncó con Román por una boludez después de despedirse del fútbol con su camiseta puesta, es el que nos interpela y nos hace llorar cuando hablaba de cómo extrañaba a su mamá o como cuando se desnudó de cuerpo y alma en la Bombonera para pagar sus culpas antes millones.
Ese Maradona que se fue, el que algunos creen que es uno más, es el que desafió a la propia pandemia y de puro rebelde su corazón dejó los latidos para congregar a miles a las calles, a miles que perdieron cualquier cordura, la que quedaba, para llorar a quien más los atravesó. Porque Diego jugaba pero también batallaba los partidos y hablo del Pelusa de cada argentino y argentina, el de la Selección, y para eso no hay explicación: se siente o no se siente, blanco o negro ¿Gris? Nunca.
Por eso Diego nos hace parte, porque es el que hizo que se acompañen en el dolor los hinchas de Boca y de River en una foto que será icónica, porque es el mismo que logró que los hinchas de Central vayan a la cancha de Newell´s para rendir homenaje donde Diego fue feliz, lo mismo con los pinchas que anduvieron por el Bosque. Pero también fue el que vengó a los soldados de Malvinas en el Azteca.
Javier Batista es hijo de Rubén Oscar Batista, un platense de familia numerosa y humilde que viajó a combatir cerca de Puerto Argentino con el Regimiento 1 de Patricios. Rubén dejó este plano el 2 de agosto de 2015 como Diego. Se acostó y no se despertó, pero hubo una certeza; ese cuerpo se fue sin mochilas. Diego les había soltado esa carga.
"El amor de mi viejo a Maradona era inconmensurable. Era uno más de familia", cuenta Javier. "El recuerdo de desahogo de mi viejo es una entrevista que le hizo Yiyo Cantoni sobre Malvinas y en toda la charla mi viejo se quebró dos veces. Una cuando habló de nosotros- sus hijos- y la otra cuando habló del partido contra los ingleses y de Diego, ese partido con Inglaterra es Diego. Lo viví distinto después en el mundial de Francia, que le ganamos a Inglaterra, pero recuerdo a mi viejo cuando llegó del laburo a casa gritándome "les rompimos el culo", no hace tanto le pregunté a mi tías que me cuenten cómo había sido ese día y me contaron que mi viejo estaba en la primera fila de la mesa larga y cuando hizo el gol Diego se arrodilló en el piso y se largó a llorar. "Aunque sea en esto", como dice el cuento de Sacheri", dice. Diego fue revolución y reivindicación, de más está recordar que, apenas terminado el partido, dedicó el triunfo a los combatientes.
La muerte de Maradona trajo guiños para quien quiera verlos, como la salida de su féretro desde el barrio San Andrés, que fue con una gambeta a la horda de periodistas atestados en la puerta del barrio privado. Mientras el fiscal John Broyad explicaba detalles de la autopsia, se llevaba la marca para dejarle el campo abierto a Diego para una última gambeta.
Sin embargo la despedida fue caótica y es lógico que así sea. Diego forma parte de todos y todos son también los invisibles, los irracionales, los que ponen la pasión por sobre la lógica y la cordura. ¿Qué esperaban que ocurra en la despedida de Maradona? ¿Qué creían que iban a ver? ¿Una fila pacífica de suizos bien desayunados? Por eso Diego en Argentina genera lo que genera, porque es el tesoro de los inocentes.
El gran misterio Maradona, gambetea cualquier análisis razonable. Ahí están los suyos llamados por el dolor a una última batalla van a despedir a su Dios pero también irán contra el poder como él lo hizo, no habrá sentido en ello, pero así ocurre cuando las cosas nacen del corazón. A quien no le guste este reflejo, que descuelgue los espejos de su casa. Somos caos, locura y amor desbordante cuando de estas pasiones se trata, porque nos trataron mal y pocos nos dieron tanta felicidad por nada a cambio.
Mientras, el mundo lo busca y lo sigue admirando cual si fuera luna en noche de verano; y le seguirá dedicando líneas, páginas, libros, reflexiones, comentarios, sanciones éticas y morales. Y así andamos y andaremos, tratando de buscarle un sentido al absurdo de ya no tenerlo.