La historia de las fotos que unieron Senegal con La Plata
Por Andrés Caviglia
La situación no se había dado jamás en la historia. Senegal está a doce pasos de conseguir, por primera vez en su historia, la Copa África. Sí, una de las mejores selecciones de la historias del fútbol africano no había podido ser nunca monarca entre los suyos y ahí está Sadio Mané, el delantero del Liverpool de Inglaterra preparando su revancha tras fallar en los 90. Más atrás, rogando por el milagro de la oportunidad, está el egipcio Mohamed Salah, su compañero en la Premier y su rival en este duelo cruel. El capitán y 10 de Egipto es quizás el mejor jugador africano de la historia y observa de lejos la carrera que iba a llevar al senegalés directo a la gloria. La foto final recorrió el mundo. Senegal levantó su primera copa ante los suyos y sabiendo también que miles de ellos vivían ese momento de éxtasis en los contextos más diversos.
En la ciudad de La Plata, a casi 8000 kilómetros de distancia, la cámara de Ignacio Amiconi retrata un momento único. Ese mismo que miles de cuentos intentaron, intentan e intentarán replicar en palabras. Ese instante eterno que sólo los reporteros gráficos pueden atrapar. En un disparo la felicidad queda guardada para siempre y entonces, el sufrimiento, el miedo, el desarraigo, la nostalgia de la distancia queda en segundo plano por un rato. Eso es lo que hace el fútbol y eso es lo que este fotoperiodista le regaló a la comunidad que le abrió la puerta a su interés, a su curiosidad profesional.
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En la capital de la Provincia de Buenos Aires hay casi 250 senegaleses, la mayoría de ellos dedicados a la venta ambulante. A casi todos se los puede encontrar en las esquinas de la ciudad de La Plata, Los Hornos, Berisso o Ensenada. En esas calles que Ignacio observa todos los días, todo el tiempo. “Soy fotógrafo y siempre estoy buscando cosas para hacer y siempre ellos me llamaron la atención”, dice quien se describe en sus redes como alguien que “casi siempre está en la calle”.
En ese recorrido, el último fin de semana las esquinas de las ciudad vivían un microclima futbolero que nada tenía que ver ni con Estudiantes, ni con Gimnasia ni con ningún equipo que movilice pasiones por estos lugares. La tensión y la pasión de la final que se vivió con Argentina en el Maracaná el año pasado se apoderó de las esquinas de 12 y 58 o de 7 y 51 donde los laburantes se vieron poseídos por la locura que genera su Selección Nacional y no pudieron contener la alegría una vez que Mané, ahora sí, cambio el penal por una estrella dorada.
Los retratos llenos de vida de la final de la Copa África son una consecuencia de un laburo de tres años que se ve reflejado en la cuenta de Instagram Senegal Platense, pero no todo son fotos. “Me interesaba el choque de culturas y empecé a investigar. En principio con Guillermo España (sociólogo y parte del proyecto de extensión de enseñanza de español para inmigrantes senegaleses) y le dije ´quiero hacer esto´, entonces me derivó con Djiby, que era el que mejor hablaba. Al principio anduvo todo bien, empecé sacando fotos y de a poco la confianza fue creciendo”.
Así llegó el momento de quiebre en la relación entre el platense y la comunidad senegalesa. De más está decir el idioma es una barrera, pero además a sus historias de sacrificio hay que agregarle unas personalidades en principio cerradas, profundamente religiosas y con una desconfianza casi lógica en el país de la tristemente celebrada viveza criolla.
“El quiebre es cuando él me invita a una celebración religiosa. Ellos son en su mayoría musulmanes y me invitaron al Gran Magal de Touba -la celebración más grande de la Hermandad Mouride de Senegal- que se hizo en Berisso y se abrió la puerta. Son muy amables, muy gentiles y en esa secuencia de estar con ellos en el rezo aparecieron las historias que fueron fluyendo con las fotos ”, explica Ignacio.
Sólo quienes recorren el camino con la cámara saben con exactitud lo que se puede lograr en ese microsegundo: “La idea es también acercarlos a sus familias para mostrarles que están bien, que están trabajando”. Parece normal, parece común, pero no lo es. Ese click es el que le da calma a un padre, el que enorgullece a una madre, el que emociona a esos abuelos que padecen el gobierno de Macky Sall -“un Macri pero elevado a la quinta potencia ”, deduce Amiconi de las palabras de sus fotografiados-.
Las esquinas de las zonas céntricas de La Plata son distintas desde la llegada de los senegaleses que van llegando a la ciudad con el boca en boca. Argentina aparece como un lugar de oportunidades para una comunidad que aporta el máximo ingreso en el país. Los inmigrantes son sustento de la mayoría de las familias que viven en una situación económica por debajo de lo endeble. “Si bien hay democracia, las posibilidades de progreso son casi nulas”, explican quienes día a día deben custodiar sus puestos hasta de quienes deben protegerlos.
En los años 90 fue Carlos Salvador Bilardo quien dijo que el futuro del fútbol estaba en África y, como ocurre siempre, el tiempo le dio la razón. Para muestras vale repasar la formación del último Francia campeón del mundo y ver las raíces de sus jugadores. Nacidos en un continente muy futbolero, los senegaleses hacen de las suyas en la ciudad de las diagonales. “Hace un tiempo se hizo un torneo de colectividades y jugaron senegaleses, peruanos, haitianos y un equipo de argentinos, pero no pudo terminar por unos problemitas”, cuenta Amiconi entre risas sobre la vida fuera de las ventas de estos jóvenes de entre 20 y 35 años que llegan a este suelo en busca del pan para los suyos, aunque esta vez, además, se encontraron con un copa.