Selección Argentina: ¿cómo se disfruta un Mundial?
Por Andrés Caviglia
“ A Messi le digo que tiene que disfrutar este Mundial, pasarla bien dentro de la cancha y él seguramente jugará como lo sabemos. No le decimos otra cosa que no sea eso: que disfrute", estas fueron las palabras de Lionel Scaloni hace menos de una semana cuando se le consultaba sobre como le hablaba al capitán a horas de comenzar su quinto mundial, su quinta búsqueda de la copa más preciada con la Selección Argentina.
Sin embargo, pensando en el peso propio de la competencia en lo que moviliza no solamente para el jugador sino para un país entero, la pregunta que nace por decantación después del cachetazo ante Arabia es si se puede disfrutar de lo que queda del Mundial.
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Para tratar de encontrar algo similar a una respuesta vamos a revolver el cajón donde se guardan las victorias más preciadas. De más está aclarar el contexto en que se disputó el Mundial de 78´y cuando nos vamos a repasar el siguiente éxito en el 86´ vemos una concentración carente de lujos, una delegación con camisetas que no sobraban y que por sus venas corría sangre hirviendo por cientos de situaciones que formaban parte de un complot mediático contra aquel equipo que de disfrute no tuvo nada.
“Esa palabra que tanto repito, la del disfrute, es porque al final no sólo los argentinos sino todos los amantes del fútbol queremos seguir viéndolo jugar por tiempo indefinido ”, dijo un Scaloni que tiene crédito de sobra para encarar los partidos que vienen y que quizás haya encontrado en esa sintonía la fórmula para quitarle presión a Messi, una incalculable e imposible de explicar por otro ser humano.
Las Selecciones argentinas que lograron el objetivo se antepusieron a adversidades de todo tipo y contexto. Sociales y deportivas. Pero encarar una competencia que interpela a un país a este nivel desde ese ángulo se parece a una idea demasiado liviana y lejana a los conceptos que llevaron la bandera a lo más alto en lo que a fútbol se refiere, incluso a este propio equipo que se forjó en aquella injusta semifinal ante Brasil en la Copa América 2019. Esa derrota fue un antes y un después. Argentina no decidió disfrutar lo que vino, Argentina decidió llevarse todo puesto. El disfrute vino después de obtener la Copa América y de durante la propia Finalissima ante Italia.
La Selección deberá ahora demostrar de que está hecha su mandíbula para encarar lo que viene. Pese al impacto por la derrota la realidad indica que el primer tiempo tenía mucho de ese disfrute: llegadas claras desde el inicio, un gol y otros tres anulados por situaciones milimétricas hicieron de este debut en Qatar 2022 una auténtica pesadilla que no deja ver la mitad del vaso lleno. Aún con crédito favorable, pensar que lo que viene pueda encararse desde el disfrute parece ilógico. A esa voracidad, que se trabajó y desarrolló desde 2019 hasta hoy, hay que volver para recuperar la capacidad de disfrute. Todo irá de la mano y lo mejor del asunto: todo depende de una Argentina que ahora ya no carga con el peso del invicto y está ante la posibilidad de reconfigurarse en la adversidad como ya supo hacerlo antes de volverse uno de los rivales más temidos del Mundial.