El amor después del amor: la vuelta de Bilardo a Estudiantes
Por Andrés Caviglia
“El amor tal vez
se parezca a este rayo del sol”
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La luz que ilumina el Country Club de City Bell es la energía vital que alimenta a los fieles y que les da alegría, aún hoy, a quienes fueron al encuentro de la leyenda que volvía de su retiro para darle fe a su gente. Esa luz, que daba en los rostros de las y los adolescentes de hoy vestidos de niños murgueros con los colores pinchas ayer nomás, sigue sintiéndose con la misma fuerza que hace 20 años, cuando Carlos Bilardo decide regresar a su hogar, a su cuna de gloria, al laboratorio, sin temor a la falla, dejando el ego de lado ante la posibilidad de un mal paso .Un 4 de mayo de 2003, el Narigón empezaba su gira de “El amor después del amor” con su amado Estudiantes.
El rojo y blanco detrás del alambrado que unía a generaciones le daba marco a una foto que parecía irreal: nadie imaginó jamás que lo que venía después de una dolorosa caída en un clásico sería la gloria personificada. Lo que vivió ese día Estudiantes es la prueba cabal de que el fracaso en el camino es un paso hacia el éxito.
“En la esencia de las almas
En la ausencia del dolor
Ahora sé que ya no puedo
Vivir sin tu amor”
La foto de la portada no fue elegida al azar. Pese a que el archivo de imágenes de hace 20 años es limitado, la elección tiene el fin de demostrar que existen los cuadros dentro de los cuadros y cómo aquel regreso unió lo que se había resquebrajado en la familia tras la tumultuosa salida como entrenador del capitán del equipo que conquistó el mundo: Carlos Malbernat.
Quien observa el mítico retorno, desde lejos, cruzado de brazos y con una sonrisa de oreja, es el mismísimo Juan Ramón Verón, mucho más que el padre de Sebastián para la historia pincha y del fútbol argentino en sí mismo. Esa sonrisa, la de él, que tanto hizo para que Estudiantes logre ser el emblemático equipo que es y será, era la misma que la de todos los presentes en City Bell y la de toda la gente de Estudiantes desperdigada por el planeta.
Bilardo volvía a Estudiantes después de ser campeón y subcampeón del mundo con la Selección Argentina, de los días de Pisalo en Sevilla con Diego, de la locura del mundo Boca, de un retorno sin pena ni gloria por el Sánchez – Pizjuán y aventuras en selecciones como la de Guatemala y Libia en el año 2000 que parecía haber cerrado el libro de su historia. Ese al que siempre le aparece una nueva página.
“Me hice fuerte ahí
Donde nunca vi
Nadie puede decirme quién soy
Yo lo sé muy bien
Que aprendí a querer
El perfume que lleva el dolor”
Bilardo siempre fue sagrado para Estudiantes y esa mano corría para ambos lados. Como reza la bandera “Bilardo es Estudiantes”. La calle de la salvación llevaba su nombre. No quedaba más por hacer por aquel club que se desmoronaba sobre los cimientos que el Salvador de ayer había trabajado por consolidar.
Lo que vino después del amor es historia conocida. Los decores que le preparó el destino al retorno para que la historia cobre dimensiones épicas llevaron a que semejante demostración de amor movilice una cantidad de gente incalculable a la cancha de Gimnasia (el estadio pincha estaba sancionado tras los incidentes post clásico) o que en el arco de aquel Talleres estuviese Luis Alberto Islas que llegó al pincha con 18 años cuando el Narigón se iba de La Plata a la Selección pero que iba a ser citado a la celeste y blanca por Pachamé con la venia del Doctor Campeón.
Lo que era un panorama oscuro, de pronto fue esperanzador. Muchos de los pibes a los que dio rodaje fueron la base que llevaría al pincha no solo a reencontrarse con los títulos locales (de la mano de otro pollo como Diego Simeone), sino también a la gloria continental con Alejandro Sabella más tarde.
Bilardo es el que no se fue nunca del todo pero que igual volvió. Y el que nunca se irá porque vive, pelea, sufre, observa, analiza, sonríe con el fútbol de los suyos, pero vive inmortalizado en el lugar que le pertenece: detrás de la línea de cal, ordenando a sus jugadores, porque esté quien esté, Estudiantes siempre será el equipo del Narigón. Y el Narigón en Estudiantes es amor. Lo sabe él que ese día se preguntó y se contestó solo: "¿quién me manda a mí? La gente, toda la gente esta. Lo único es la gente"
"Nadie puede
Y nadie debe
Vivir, vivir sin amor, sin amorNadie puede
Y nadie debe
Vivir, vivir sin amor"