Copa Carlos Bilardo: el mito pincha y su cuna cuerva
Por Andrés Caviglia
Cuando se habla de Carlos Bilardo las imágenes se disparan solas. Se disparan y se multiplican tanto que, en esa ramificación, se vislumbra lo inabarcable de su figura. Es imposible contar a Bilardo en un puñado de líneas, en un compendio de anécdotas. Para quienes aman el fútbol debería haber una enciclopedia sobre su camino. Bilardo debería tener varios tomos para ser comprendido, pero sobre todo para ser interpretado y desde ese lugar -sacando cualquier diferencia ideológica o de formas- poder sacar lo mejor de un adelantado a la época. Ese pibe nacido en La Paternal que fue a la cima del fútbol ida y vuelta como jugador y como técnico, esa leyenda que hoy es arropada por los suyos en la intimidad de su hogar, tiene hoy la primera copa con su nombre em juego y la disputarán dos clubes fundamentales en su historia: San Lorenzo y Estudiantes.
Es que hoy cuando desde las 21.45 cuervos y pinchas se midan en el estadio Luis Franzini de Montevideo, la imagen de Carlos Bilardo volverá a instalarse en el corazón popular. Mientras su familia lo cuida de las noticias de las pérdidas que desconoce por su delicado estado, la gente no deja de enviarle amor en la forma que sea y hoy no será la excepción. Mucho menos para Estudiantes, que sabe que no puede dejar escapar una Copa que lleve el nombre de su ídolo.
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Lo que muchos no saben es que el pasado como futbolista del técnico que disputó los 14 partidos de los mundiales que jugó, comenzó en Boedo. Comenzó cuando el padre de Bilardo se cruzó con una gloria de San Lorenzo como René Pontoni que no quería probarlo en San Lorenzo con sus 12 años. El propio Narigón hablaría muchas veces de la importancia de su padre en el inicio de su carrera: “Si él no hubiese insistido, yo no hubiese peleado ”, contó en el homenaje que Radio Nacional le hizo hace unos años. “ Yo trato bien a todos los pibes porque me dolió cómo me trataron ”, recordó el doctor campeón sobre ese inicio difícil que terminó siendo la génesis de una historia de gloria.
Dos años en San Lorenzo - formando parte del plantel campeón del 59´- y un paso posterior por Deportivo Español (1961-1965) fueron la antesala a la expresión más impactante del Bilardo jugador. Su llegada a Estudiantes no sólo cambiaría su destino y el del club sino el de la historia del fútbol argentino. Como no puede ser de otra manera, el arribo de Carlos Salvador se dio de una manera increíble y la historia fue contada por un protagonista tan desconocido para el público en general como clave para la leyenda del Narigón: Roberto Cicora.
“En el año ´65 llega Zubeldía a Estudiantes. Transcurre que todo el plantel de esa tercera pasa al plantel profesional y Zubeldía en ese momento pide a Carlos Bilardo que estaba en Deportivo Español, que pide un dinero, Estudiantes ofrece un trueque y la contra oferta fue otro dinero y mi pase ”, contó el protagonista de la historia en La Cielo en noviembre del 2020.
Lo que muchos no saben es que Cicora es fanático de Estudiantes, al igual que toda su familia y dejar el club de sus amores fue un puñal al corazón después de haber vivido la lucha por la permanencia en Primera con el equipo. Cicora estuvo en la mala y le tocaba partir, lo que supo después es que ese trueque sería un quiebre en la historia del fútbol: “ Siempre digo, que como jugador de fútbol siento nostalgia de no haberme quedado, pero como hincha es un orgullo que Bilardo fue partícipe de lo que fuimos después. El orgullo mío es haber agregado un poquito de arena para que Estudiantes sea lo que es ”.
Lo que vino después para Bilardo, para Estudiantes y para el fútbol argentino y mundial es tan conocido como imposible de plasmar en un solo texto. El campeonato metropolitano de 1967 -el primer título profesional obtenido por un equipo que no era ninguno de los cinco grandes-, el tricampeonato de la Copa Libertadores (1968, 1969 y 1970), la copa intercontinental ganada en Old Trafford al Manchester United (1968) y la Interamericana del 69´ante el Toluca después de tres partidos (victoria en el Azteca, caída en La Plata y goleada en el Centenario de Montevideo). Eso, todo eso, sólo como jugador. Todavía quedaba su camino como entrenador, pero esa es una historia que merece otro espacio,