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El Arraigo como modelo, a 200 años de la Provincia de Buenos Aires

Una reflexión y ensayo de respuesta a un gran dilema bonaerense, que es el gran dilema Argentino: ¿por qué sigue fracasando nuestra provincia?

Se cumplen 200 años de la batalla de Cepeda, hecho histórico aceptado mayoritariamente como fundacional de la Provincia de Buenos Aires. Es un buen momento para intentar algunas conclusiones respecto del camino transitado por el territorio más grande y poblado de la Argentina. Y una de las superficies con mayor capacidad para generar riquezas del mundo: mares, ríos, puertos, tierra fértil, bellezas naturales, atractivos turísticos, cultura consolidada y autóctona, regiones diversas, identidad y, por sobre todo, hombres y mujeres bonaerenses con enorme capacidad para educar, producir, comerciar, labrar, transportar, emprender, desarrollar, pensar, inventar, etcétera.

Así las cosas, surge una pregunta obligada: ¿por qué fracasa la Provincia de Buenos Aires como ámbito autónomo e histórico, dentro del proyecto Argentino, con tantas virtudes y potencialidades?

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En el año del Bicentenario, es pregunta obligada y nos convoca a pensar y a definir respuestas que se acerquen, de una buena vez, a posibles soluciones. No pretendo, a partir de esta nota, hacer historia. Para eso hay especialistas que han escrito con precisión textos y obras mucho más interesantes de lo que pueda aportar un militante político.

Me permito, sí, jugar a partir de la historia, la literatura y la esperanza, a ver si puedo arrimar una humilde respuesta/propuesta a la pregunta formulada. Pregunta, lamentable y últimamente, muy común en Argentina.

Vale recordar que Buenos Aires, por un período no menor, llegó a ser prácticamente un Estado diferente de la Argentina o la Confederación. Entre Cepeda y el Tratado de Pilar, pasando por Rosas, Caseros, la Constitución Nacional de 1853, Pavón y Mitre, se fue forjando lo Bonaerense.

El Martín Fierro y el Don Segundo Sombra, quizás las obras más extraordinarias de la literatura gauchesca, acompañan con exquisitas plumas y diversas miradas la construcción del hombre y mujer del interior Bonaerense, presentados más como proyectos de coraje individual y aceptados por la crítica como modelos del ser argentino, que como ejes de un horizonte colectivo y solidario.

El propio Borges se lamenta de la adopción de la obra de Hernández en "La ida" como el gen donde encontrar nuestro ADN nacional, y destila maldiciones a la existencia del Fierro como ficción orientadora Argentina (al decir de Shumway). El anti peronismo de Borges no me resulta un obstáculo para reflexionar sobre su pensamiento y obra. Más bien, todo lo contrario.

Las vaquerías, antecedente de las estancias ganaderas; los fortines construidos para ir ampliando las fronteras frente a las comunidades originarias que resistieron bravíamente los avances de la "civilización"; los pueblos y luego ciudades que se fueron creando en las Postas de los principales corredores que conectaban las Provincias Unidas con el Alto Perú, el Puerto, las saladeras, principalmente el Camino Real (salud, San Antonio de Areco); los caballos, los jueces de paz, las milicias rosistas, las tropas que acompañaron a San Martín y Belgrano, los reseros, las pulperías, las ferias y mercados, las riñas de gallos, las históricas y heroicas batallas como Vuelta de Obligado, han ido armando un poderoso, potente y amplio relato en la conformación de lo que hoy conocemos como Provincia de Buenos Aires, de manera silenciosa, pero con la fuerza y la potencia de los pueblos con conciencia de destino común.

Mercedes, San Pedro, Bolívar, Bragado, Chivilcoy, San Antonio de Areco, Baradero, Exaltación de la Cruz, Mar del Plata, Bahía Blanca, Guaminí, Partido de la Costa, Cañuelas, General Belgrano, y el resto de los 135 Municipios Bonerenses componen una verdadera Confederación de Municipios que conforman la Provincia.

La importancia de los Municipios le da a nuestra Provincia una característica muy particular que exige nueva legislación que adapte esta realidad, donde entre Municipios y Gobierno Provincial, muchas veces con mayor preponderancia y protagonismo de los primeros respecto del segundo, se conducen los destinos de la Provincia del Cabo Corrientes.

¿Existe el Bonaerense o existe el marplatense, el bahiense, el chivilcoyano o el nicoleño? La fuerza de las Comunidades es tan poderosa que sobrepasa la propia identidad de la Provincia. Cada miembro de las 135 Comunidades, principalmente en el interior, se identifica con su Municipio antes que con la Provincia.

Y en el caso de los Municipios del Conurbano, ya Provincias indudablemente, sus habitantes, en la mayoría de los casos, ya no sólo no se identifican como Bonaerenses ni tampoco con el gentilicio Municipal; su ámbito de pertenencia son sus barrios o localidades: Haedo, Ramos, Caseros, Villa Tesei, Derqui, Maquinista Sabio, y así.

Las mujeres rurales, los gauchos, los fortines, los pueblos y comunidades, labrar y producir la tierra, las batallas, las identidades históricas culturales, se hacen verbo a partir de la identificación con la tierra y el suelo. Ese, es un signo fundamental del Arraigo, el federalismo, el desarrollo local.

Otro rasgo en la historia de la Provincia de Buenos Aire, la de Manuel Dorrego, ha sido su protagonismo como actor central del desencuentro argentino: unitarios y federales, el campo y la ciudad, conurbano e interior, el monopolio del puerto porteño, la Capital Federal, etcétera.

En un país federal, la promoción del Arraigo y el impulso poblacional, de infraestructura y tecnología en las zonas productivas, apostando a que las comunidades puedan desarrollarse y realizarse en los territorios donde nacieron o eligieron vivir, con acceso pleno a derechos, educación, salud, hábitat para la tierra y la vivienda, valor agregado a la producción primaria, conectividad, logística, transporte, caminos rurales y redes viales, producción local de alimentos sanos y saludables, mercados de proximidad, sería la manera de comenzar a transformar en éxito muchos fracasos. Y también sería honrar a los gauchos y paisanas de Obligado, a Manuel Dorrego y a las comunidades originarias, incluso al propio Sarmiento si nos introducimos en su lectura y análisis de manera amplia. Martín Fierro, Don Segundo Sombra y el Facundo pueden convivir en este Siglo XXI, abrazados en el sueño común de la consolidación del arraigo.

Un exceso de centralismo y concentración política, de poder y recursos, donde el desafío sea alimentar de manera constante y sonante los territorios urbanos y metropolitanos súper habitados con una lógica de mercantilismo electoral, pronunciando así lo que, a no dudarlo, significa el mayor fracaso nacional, el país de mayor concentración poblacional en núcleos urbanos del mundo, sigue siendo la contracara de la moneda cuya anverso es el sueño argentino.

La Buenos Aires que lucha por quedarse con el puerto central, con las riquezas de todos los argentinos y argentinas, con la Ciudad Capital a espaldas del resto de nuestros hermanas y hermanos...oh, sí! Parece que nos quedamos en la historia. Aquél conflicto que dio origen a la Provincia de Buenos Aires en una batalla que la separó por un largo tiempo del resto de la Confederación... ¿Culminó o sigue intacta en los inicios del Siglo XXI, en el Bicentenario de la fundación de la Provincia de Juan Hipólito Vieytes?

Me quedo con La Porteña, el nombre de la Estancia donde Ricardo Güiraldes escribió el Sombra. La Porteña, en homenaje a la Locomotora Argentina, ubicada en San Antonio de Areco, Capital Nacional de la Tradición Argentina, corazón de la Pampa Húmeda de la Provincia de Domingo Mercante, la locomotora del Proyecto Nacional.

*El autor es senador provincial y exintendente de San Antonio de Areco

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