ANÁLISIS

Luces y sombras del primer discurso de apertura de sesiones de Axel Kicillof

El Gobernador inauguró esta tarde un nuevo período -el 148- de sesiones ordinarias en la Legislatura bonaerense, con un encendido discurso en el que abundaron críticas a la gestión anterior, pronunciadas con tono de campaña, y faltaron anuncios.

La formalidad de la convocatoria obliga al mandatario de turno hacer un balance del año inmediatamente anterior pero, sobre todo, le impone el deber de ensayar la presentación de una hoja de ruta para lo que viene. El contexto establece, de forma implícita, algunas condiciones: frente a la Asamblea Legislativa, el mandatario detalla proyectos de Ley que enviará al Parlamento para ratificar el rumbo de su Gobierno. Esa es la principal virtud de la convocatoria, porque sella un compromiso implícito de la gestión, en la concreción de un plan de acción que le da institucionalidad a la administración pública.

En los casi 100 minutos que duró su alocución, donde recurrió básicamente a la improvisación discursiva que ayudó, en segmentos, con punteos de ocasión, sobresalió la ausencia de anuncios concretos fundados en el impulso de proyectos de Ley que le den institucionalidad al “modelo” de Provincia que dejará como legado a su sucesor.

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Antes que eso, Kicillof optó por hacer un pormenorizado detalle de la ‘herencia’ macrista, después de los cuatro años de la gestión de María Eugenia Vidal. En parte se justifica: al ser su primer período, no puede asumir la responsabilidad de explicar lo ocurrido, sobre todo tratándose de la resultante de un plan que aplicó un gobierno del cual se siente en las antípodas. Más bien utilizó el espacio que todo Jefe de Estado le dedica al repaso de los últimos meses, a detallar la situación en la que recibió la Provincia. El punto de partida de su Gobierno en ciernes. Vale. Sobre todo porque, se sabe, las bases que le dan cuerpo a la gestión del Gobierno de turno, se sostiene sobre cimientos que le dejó su antecesor.

Hubo cierta lógica macrista en la fórmula que aplicó el Gobernador hoy frente a la Asamblea Legislativa. Como Cambiemos en 2015, hizo su propio ‘estado del Estado’, a viva voz y con inocultable tono proselitista, frente a los 92 diputados y 46 senadores bonaerenses que conformaban su auditorio. Pero evidenció una notable ausencia de anuncios, medidas de gobierno concretas, sobre todo de aquellas que requieren del debate parlamentario para su concreción. Abundaron los 'qué', en forma directamente proporcional a la falta de "cómo". 

Es cierto que las promesas de campaña generan con el electorado un contrato implícito de cara a una potencial gestión. Tanto como que, también, hay fórmulas discursivas que sirven para diferenciar el “modelo” que se defiende, con las herramientas que aplicará para ejecutarlo. Eso le faltó al discurso de Kicillof de hoy: abundó en la defensa de su modelo, con furiosas críticas a la gestión anterior, pero evitó anunciar las herramientas concretas a las que echará mano, sobre todo aquellas que requieren discusión legislativa.

El Gobernador llegó hoy ante la Asamblea aliviado de objeciones. Con 80 días de Gobierno, ningún reproche razonable puede exigirle a Kicillof ensayar una autocrítica. Pero debió dejar sentadas las bases de un plan de gestión de cara a los próximos 365 días, con anuncios de medidas concretas más allá de su conocida posición acerca del rol del Estado en la administración de la cosa pública. Ese es, pues, el punto central que diferencia la ‘proclama proselitista’ de un candidato, del compromiso institucional de un Gobernador en ejercicio en el impulso de medidas concretas que marquen el rumbo de su administración.

Ayer, también ante la Asamblea Legislativa y en el marco del mismo acto protocolar de inauguración de un nuevo período de sesiones ordinarias, el Presidente Alberto Fernández tampoco esquivó críticas para con la gestión anterior. Lo hizo, sin embargo, en forma de punteo, en el que cuestionó la mayor inflación de los últimos 28 años; el histórico nivel de endeudamiento agravado por la concentración de vencimientos; la fuerte capacidad instalada de la industria que permanece ociosa fruto de la recesión económica que golpeo durante los últimos dos años; la destrucción del empleo privado y el preocupante aumento de la desocupación que ello generó, pero optó por imprimirle a su discurso anuncios concretos de medias que impulsará desde el Ejecutivo y deberá debatir el Congreso en las próximas semanas.

Esa es, quizá, la mayor diferencia entre el discurso presidencial y el que acaba de pronunciar Kicillof frente a su propia Asamblea legislativa. Se verá reflejado en la portada de los diarios de mañana: hoy hubo anuncios concretos de medidas de gestión como la Reforma Judicial, el impulso de un nuevo proyecto para despenalizar el aborto en la Argentina que incluye, además, la legalización de una práctica que sólo la hipocresía de un sector de la sociedad se niega a ver que existe, y el estudio pormenorizado de alguna responsabilidad penal que pueda caberles a los ex funcionarios que alentaron la toma indiscriminada de deuda, para fugar esos dólares por la canaleta de la especulación financiera, entre otros puntos. Esa analogía no quedó evidenciada en el discurso de Kicillof de hoy. 

Hubo apenas algún compromiso para discutir, con el resto de los distritos, la calificación de “Provincia Petrolera” de Buenos Aires por la concentración de una parte central en el proceso de refinación del combustible, y un encendido reclamo para rediscutir la Coparticipación Federal de Impuestos. El único punto en el que Kicillof debiera, justo es decirlo, asumir también la responsabilidad que le cabe tras su paso por el Ministerio de Economía de la Nación, cuando sus antecesores levantaban la misma bandera.

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